¿Por qué "Quemarlo todo"?

3 de marzo, 2024 -
"Todo es basura", me contestó, "estos putos horrores en Palestina lo desvelan todo. No tiene sentido querer sentirse bien o disfrutar. La última masacre fue una pesadilla. ¿Por qué deberiamos estar haciendo otra cosa que no sea quemar este mundo hasta las cenizas?".

 

Lina Mounzer

 

"Ningún hombre es una isla", escribió el poeta inglés John Donne en 1623. Tendemos a recordar ese primer verso, así como el último ("...no envíes a saber/Por quién doblan las campanas/Te doblan a ti"), que se hizo famoso en la novela de Hemingway Por quién doblan las campanas. Sin embargo, al leer estos versos divorciados de su esencia, es fácil olvidar la idea central del poema, que no trata ni de la necesidad de cooperación, como suele recordarse en el primer verso, ni de la mortalidad, como en el último. Más bien el quid está al principio de la última estrofa, con la declaración de que: "La muerte de cualquier hombre me disminuye/Porque estoy implicado en la humanidad".

Nada a lo largo de mi vida ha dejado más claro el hecho de nuestro empequeñecimiento colectivo ante la muerte masiva que el genocidio israelí en Gaza. Por supuesto, la lección sobre esto para las generaciones anteriores está contenida en otro de estos "crímenes de todos los crímenes", cometido sobre una población encarcelada a la fuerza y luego exterminada sistemáticamente mediante el asesinato descarado y la inanición lenta. En La tregua, las memorias de Primo Levi sobre las secuelas de haber sobrevivido a los campos de concentración alemanes, el químico italiano reconvertido en escritor describe la vergüenza "que experimenta el hombre justo ante el crimen de otro hombre; el sentimiento de culpa de que tal crimen exista, de que se haya introducido irrevocablemente en el mundo de las cosas que existen."

Desde el 7 de ocrubre, he estado pensando mucho en Levi y en sus libros. Siempre ha sido uno de mis escritores favoritos, pero sus palabras -y toda su forma de concebir el mundo- parecen más agudas y premonitorias que nunca. A medida que documenta los crímenes de los alemanes y sus repercusiones en las personas a las que atacaron, insiste en la interconexión de la humanidad, no como una banal exhortación a hacer el bien ("todos somos uno"), sino como un simple hecho, una forma de reconocer los horrores del Holocausto. Esto es tan cierto para la abyección como del amor. "Parte de nuestra existencia", escribe, "reside en los sentimientos de los que están cerca de nosotros".

El mundo en el que vivimos ahora, interconectado a través de las redes sociales, los mensajes instantáneos, la transmisión en vivo, a través de los canales abiertos, de audio y vídeo, en las vidas y sentimientos de tantos otros en todo el mundo sólo ha servido para ampliar la categoría de personas que consideramos "cercanos a nosotros".


Al-Thakla- el árabe o el duelo originario por Abdelrahman ElGendy


Ayer por la mañana me desperté con un mensaje de mi amigo Omar, que anda fuera de Líbano por un semestre impartiendo un taller en una universidad de la costa oeste de Estados Unidos. Le pregunté cómo estaba y cómo le había ido en un evento reciente.

"Todo es basura", me contestó, "estos putos horrores en Palestina lo desvelan todo. No tiene sentido querer sentirse bien o disfrutar. La última masacre fue una pesadilla. ¿Por qué deberiamos estar haciendo otra cosa que no sea quemar este mundo hasta las cenizas?".

Cuando el equipo editorial pensó en el tema de este número de TMR, apenas llevábamos un mes y medio de genocidio en Gaza. Estábamos celebrando una de nuestras reuniones en Zoom, y habíamos llegado a la parte habitual de la reunión en la que compartíamos nuestra indignación y horror ante lo que estábamos presenciando, día tras día, durante este genocidio, el primero que se transmitía en directo. Hablamos de lo que leíamos en las redes sociales, de lo que expresaban nuestros amigos, de lo que sentíamos nosotros mismos. Lo más abrumador, semana tras semana, era que: nada volverá a ser lo mismo. No hay vuelta atrás. Todos hemos cambiado para siempre. El sistema entero está podrido, el orden mundial. El asco, la vergüenza colectiva que todos sentimos -el equipo, nuestros amigos, nuestros conocidos, los desconocidos en las redes sociales- fue tan profundo, tan ardiente, que nos hizo rechazar el mundo entero, ese mundo en el que "un crimen puede existir". Lo único que se hay que hacer es quemarlo todo.


El tiempo de los monstruos de Layla AlAmmar


Una y otra y otra y otra vez, he visto este sentimiento repetido. Quémenlo de una puta vez. Quémenlo: este sistema donde las organizaciones de noticias más respetadas publican propaganda fabricada que harían que Leni Riefenstahl se sonrojara, donde descaradas mentiras sin fundamento son acatadasinmediatamente por las más altas autoridades del mundo, donde los gobiernos que envían las bombas intentan granjearse buena voluntad lanzando desde el aire algunas migajas a una población hambrienta, donde la gente marcha por decenas de miles por todo el planeta cada semana y aún así no pueden cambiar la política gubernamental en las llamadas democracias, donde el lenguaje está tan retorcido que todo significado es estrangulado y ahogado.. Quémenlo todo.

 

Aaron Bushnell, aviador estadounidense, el día de su inmolación frente a la embajada israelí en Washington, DC.
Aaron Bushnell, aviador estadounidense, el día de su inmolación frente a la embajada israelí en Washington, DC.

 

Entonces, el 25 de febrero de 2024, apareció un hombre decidido a hacer exactamente eso. Aaron Bushnell, de 25 años, miembro activo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, se plantó frente a la embajada israelí en Washington DC y, tras declarar que no volvería a ser cómplice de un genocidio, se vertió algún tipo de liquido inflamable en la cabeza y el cuerpo y se prendió fuego. Hasta su último aliento, gritó ¡Palestina libre! ¡Palestina libre! ¡Palestina libre! A diferencia de la anterior persona que se inmolara por el mismo motivo a finales del año pasado en Atlanta (Georgia), el acto de Bushnell no pudo ser encubierto por los poderes fácticos. Todo fue transmitido por él en vivo.


"El mapa de una víctima de genocidio" -ficción de Faris Lounis


Como no pudieron eliminar la noticia, los guardianes del sistema se esforzaron por desacreditarlo. ¡Por supuesto que lo hicieron! Porque, además de su efecto visceral, la inmolación es sobre todo un acto simbólico. Un acto individual destinado a afirmar nuestra interconexión. Un acto de sacrificio destinado, mediante su espectacular violencia, a encarnar literalmente tanto la indignación personal por la opresión como a obligar al opresor a mirar. Mira, dice, grita: Este es el alcance de vuestra depravación. En mi cuerpo grabo la medida de vuestra propia violencia. Y es un acto individual destinado a suscitar la acción colectiva. Todos hemos visto cómo la inmolación de Mohammad Bouazizi fue una chispa que prendió fuego al mundo árabe. Bouazizi se convirtió en una metáfora; al trascender de ese modo los límites del individuo, se convirtió en una revolución en toda la región.


Cuatro libros para revolucionar nuestra forma de pensar


Los medios de comunicación pueden seguir haciendo ruido acerca de la salud mental de Aaron Bushnell y sobre cómo este fue el motivo que le llevó a la desesperación de autoinmolarse. Sin embargo, esto no borra el hecho de que el acto en sí, llevado a cabo por una causa explícita, es tan claro y clarificador en su simbolismo que el estado mental individual de una persona en el momento de cometer el acto es algo que se puede discutir. Es cierto que se necesita algo de "locura" para abrazar un extremo de la naturaleza de nuestra humanidad, el de nuestra interconexión. Pero yo diría que también es de cierta locura abrazar el otro extremo, el de la hiperindividualidad: el negarse a ver cómo todos formamos parte de un continuo y expresar abiertamente desprecio por quienes lo hacen. El problema es que vivimos en un mundo, en un sistema, que ha normalizado por completo e incluso fomentado un extremo y patologizado o criminalizado, el otro. Quémalo joder. Quémalo todo.


Actuar o desesperar: La acción política en Mi gran melancolía árabe Katie Logan


El genocidio es un horror colectivo, una abyección de toda la humanidad. Levi lo llama una ofensa de "naturaleza incurable... que se extiende como un contagio". Es insensato", nos dice, "pensar que la justicia humana pueda erradicarlo". En cualquier caso, ¿qué es lo que cuenta como justicia ante semejante atrocidad? Es la pérdida de un patrimonio colectivo y de personas individuales, cada una de ellas un universo en sí misma. Todo el tejido de un lugar erradicado. ¿Qué justicia podría devolverlo todo? Nada devolverá a Reem a su abuelo; nada volverá a unir los pequeños miembros de Sidra; nada resucitará a Refaat a su aula; nada reconstituirá a un hombre aplastado hasta ser convertido en vísceras, el rojo escabroso de la sangre y las tripas esparramadas contra el amarillo anaranjado de la grasa; nada limpia la harina de la sangre de aquellos que fueron asesinados por ella, y que además murieron de hambre.

Somos conscientes de todo esto, y por eso muchos de nosotros apelamos a la "Historia". La escala temporal actual contiene tanto dolor, tanta pérdida insondable, que la única forma en que podemos concebirla es pensándola en el marco del pasado es como una lección.

Prometemos que algún dia el mundo mirará hacia atrás sabiendo lo que ha hecho. Con estas palabras tratamos de evocar un futuro en el que la inmediatez del horror ha disminuido. Un futuro en el que incluso los propios dolientes hayan muerto y se hayan ido, pero en el que quizás, mediante el dolor colectivo, hayan creado un mundo mejor para sus descendientes.


Genocidio: "Este ruido no se puede silenciar". Amal Ghandour


Y, sin embargo, la mera existencia de este genocidio tras el Holocausto más famoso del siglo pasado nos demuestra que ni siquiera el tiempo puede ofrecernos este triste consuelo si no aprendemos las lecciones correctas de la historia.

Levi, de hecho, nos advirtió. "Si comprender es imposible", escribió, "conocer es obligatorio, porque lo que ocurrió puede volver a ocurrir. La conciencia puede ser seducida y oscurecida de nuevo, incluso nuestra propia conciencia". Por "nuestra", aquí, supongo que se refería al pueblo judío o, en cualquier caso, a los "justos" que sienten "vergüenza... ante el crimen cometido por otro hombre".

A muchos les gusta señalar la ironía de que los descendientes de quienes vivieron el Holocausto estén ahora promulgando otro, sobre otro pueblo. Como si esto pudiese explicar algo. Pero estamos de nuevo sacando conclusiones equivocadas de la historia, fomentando una división en categorías separadas, de modo que el Holocausto se convierte en algo singular, incomparable, una atrocidad perpetrada por los alemanes contra los judíos y nada más. Así, Israel sólo puede concebirse como el "final feliz" del Holocausto y los palestinos como obstáculos a ese final feliz. Por eso, la gente común considera impensable establecer comparaciones entre el Holocausto y cualquier otro genocidio, pero especialmente éste, el genocidio en curso desde 1948, en el cual los israelíes han tomado el papel de los nazis.

Levi ofrece una nueva mirada, desde su visión de químico que apoya una exégesis razonable, más que una sentimental, se muestra más preocupado por las causas profundas universales. Para él, el odio que alimenta tanta maldad es "un fruto venenoso que proviene del arbol podrido del fascismo". Y aunque vaya más allá de la comprensión, "podemos y debemos entender de dónde proviene, y estar en guardia".

Su fórmula es sencilla. "En todas partes del mundo", advierte, "donde quiera que se empiece por negar las libertades fundamentales de la humanidad, y la igualdad entre las personas, se está avanzando hacia un sistema de campos de concentración. Un camino en cual es difícil detenerse."

Así pues, el sionismo y su supremacía fascista son los culpables, una supremacía fascista que de hecho es anterior al Holocausto. Así, la Nakba original ha conducido a esta segunda Nakba, enraizandose en el sádico y complicado sistema de apartheid de Cisjordania, corrompiendo a la sociedad israelí hasta tal punto que algunos de sus habitantes bloquean la ayuda a una población hambrienta y el resto simplemente no puede entender las reacciones de disgusto ante las crueles publicaciones de su ejército en TikTok o la existencia de sus videos de tortura que graban felizmente.

Lo que nos recuerda las palabras más importantes de Levi: "Debemos recordar", nos dice, "que estos fieles seguidores [del fascismo], entre ellos los diligentes ejecutores de órdenes inhumanas, no eran torturadores natos, no eran (con unas pocas excepciones) monstruos: eran hombres corrientes. Los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos. Más peligrosos son los hombres corrientes, los funcionarios dispuestos a creer y a actuar sin hacer preguntas".

De nuevo, insiste en un continuo de humanidad, y no en una división en monstruos fundamentales y víctimas para siempre, recuerda que la ideología supremacista es la raíz del "crimen de crímenes", que no es otra cosa que tratar de negar a los demás la vida y la dignidad que buscamos para nosotros mismos.


La historia del Keffiyeh por Rajrupa Das


Me enorgullece presentar este número de TMR en nombre de todo nuestro equipo, en el que varios escritores se enfrentan a los sistemas que a tantos de nosotros nos gustaría quemar, y al hacerlo, insisten como Levi, en un continuo de humanidad. Esta producción colectiva es un grito de indignación contra lo que está ocurriendo, pero también un medio para reafirmar nuestro compromiso común con los demás. No: No hay justicia posible en esta vida ni en ninguna otra. No: ningún escrito, ningún arte, ningún lenguaje, ningún testimonio es un consuelo para ninguno de los muertos ni perdidas.

Luchar por un mundo mejor sigue siendo un camino largo, probablemente interminable, y muchos más morirán en su búsqueda. No tenemos un sistema que respete la vida, ni es un sistema que pueda ser, de una vez y al instante, todo reducido a cenizas, por mucho que nos gustaría. Todo lo que tenemos es lo que Palestina, más que ninguna otra causa en nuestras vidas, nos ha dado: nuestro rechazo compartido de este sistema, nuestra disposición a la denuncia. Y una aceptación gradual de la verdad fundamental que tantos escritores han intentado recordarnos: que todos dependemos unos de otros, que todos nos vemos disminuidos por la destrucción o la opresión de un pueblo, independientemente de dónde se produzca. Aceptar eso no es justicia, pero es una especie de dignidad en nombre de la vida misma.

 

* Véase "UNRWA loses funding after charges that some employees took part in Hamas attack", NPR, 29 de enero de 2024.

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