Ammiel Alcalay, redactor colaborador, reseña el tercer largometraje de la escritora y directora Najwa Najjar (tras Granadas y mirra y Los ojos de un ladrón), recientemente proyectado durante el Arab Film and Media Institute's Arab Film Fest Collab. ¡Enhorabuena!
Ammiel Alcalay
Las películas que surgen de circunstancias históricas, políticas y culturales muy particulares y complejas a menudo se simplifican y, en ocasiones, incluso se atontan para llegar a un público que no pertenece al ámbito de los entendidos. Los directores rara vez forjan una trama lo bastante atractiva, personajes carismáticos y escenarios lo bastante poéticos como para transmitir todos los detalles a espectadores que no tienen las herramientas necesarias para comprender lo que está en juego.
Pero la directora y guionista palestina Najwa Najjar consigue brillantemente enhebrar esta aguja en su tercer largometraje, Between Heaven and Earth, ahora en el circuito de festivales después de haber ganado, con toda justicia, el Premio Naguib Mahfouz al Mejor Guion durante su estreno en el Festival Internacional de Cine de El Cairo 2019. Ostensiblemente la historia de una pareja palestina distanciada pero bastante inextricablemente unida que intenta solicitar el divorcio, Between Heaven and Earth demuestra ser una meditación profunda y finamente estratificada sobre algunos de los elementos más intratables y conmovedores que han entrado en lo que uno podría simplemente llamar la condición existencial palestina. En parte road movie, en parte misterio, en parte thriller, la película utiliza situaciones genéricas para profundizar en las diversas formas en que se puede resistir a condiciones insostenibles y no convertirse en más forraje para explotar desde dentro las posibilidades de seguir siendo humano.
Toda la narración se ve ensombrecida por el hecho de que la pareja -porque Tamer nació en Beirut- ha estado viviendo junta en la Cisjordania ocupada, sin poder viajar libremente de ida y vuelta a la casa familiar de Salma en Nazaret. Tamer no obtiene permiso para entrar en Israel hasta que deciden solicitar el divorcio, y es en este viaje en el que se basa la narración de la película. Lo que hace que la película destaque, además de la magnífica interpretación, los diálogos nítidos y la narrativa visual siempre atractiva, es la voluntad de Najjar de traspasar los límites de la trama y la subtrama, para al menos intentar delinear las complejidades básicas de la situación, aun a riesgo de caer ocasionalmente en algún que otro estereotipo.
Salma, maravillosamente interpretada por Mouna Hawa, es una palestina con ciudadanía israelí, hija de un activista comunista que se decanta por la libertad de su hija, mientras que la madre de Salma preferiría que su hija se estableciera y formara una familia. El marido de Salma, Tamer, interpretado a fuego lento por Firas Nasser, es hijo de un icono cultural y activista palestino asesinado en Beirut durante una de las muchas purgas de intelectuales palestinos dirigidas por Israel. Al nombrar a Ghassan, el padre de Tamer, Najjar alude obviamente a Ghassan Kanafani, el gran escritor y revolucionario palestino asesinado en Beirut en 1972 y cuya novela Regreso a Haifa resuena en toda la película de diversas maneras.
Cuando Tamer descubre que su padre tuvo una relación con una misteriosa mujer judía iraquí que tenía otro hijo llamado Tamir, Najjar aborda dos temas que rara vez se tratan en ninguna parte: el de los niños "desaparecidos", bebés judíos árabes declarados muertos por sus padres pero que en realidad fueron secuestrados y dados en adopción por el Estado israelí a judíos europeos sin hijos, y el activismo de los judíos árabes, sobre todo de Irak, en el Partido Comunista Israelí. Estos temas resuenan a lo largo de la película a medida que la pareja encuentra partes de su identidad secuencialmente construidas y deconstruidas, hasta el punto en que finalmente llegan al pueblo destruido de Iqrit, cuyos restos siguen custodiados por jóvenes palestinos. Allí Tamer ve un monumento a su padre, hasta entonces desconocido para él.
Rodada a lo largo de 24 días, con cuatro detenciones de miembros del equipo, la narración también funciona porque el viaje es claramente un descubrimiento también para el director. Como señaló Najjar en una entrevista: "Para mí es un viaje, un descubrimiento. Se me ha negado conocer Palestina y conocer el mundo árabe como yo quería, así que cada película que hago es realmente una exploración, intento comprender algo, y espero ser capaz de comunicárselo al público". Al permitirse escribir a través de un guión que describe este proceso de descubrimiento, Najjar es capaz de elevar significativamente la apuesta sobre el tipo de detalle que el público puede ser capaz de asimilar. Esperamos con impaciencia su próximo proyecto como directora, Kiss of a Stranger, un musical que escribió durante su encierro, ambientado en la época dorada del cine egipcio de los años treinta.