Algunos puntos en un mapa genocida para un paseo por el Valle de la Muerte que es la guerra en Gaza y el anuncio de una futura respuesta.
Faris Lounis
Traducido del francés por Jordan Elgrably
El mapa de una víctima de genocidio
بيانات على تذكرة التطهير
Nuestro corresponsal en la Tumba de la Humanidad informó de lo siguiente:
Hambre de harina animal en el trono
Mezclada con arena, el agua ennegrecida del mar
¿Ayuda humanitaria? Un crimen, para los pacifistas
Bloquear puertos y pasos
"¡Que se mueran", dicen, "todos los criminales, desde el feto hasta los seres en el lecho de muerte"!
Dedos manos piernas amputadas, ¿para qué la anestesia?
"¡Que saboreen la hiel de los atroces, dicen, que sacien su sed!".
Más bombas, ¡que se desnude la Verdad viviente!
Bajo los escombros de Nínive veo
Esqueletos y calaveras aún con ropas negras
Su sangre mutilada, ¡los cuervos aún vigilan!
Respiré estas palabras en el aire y caminé por las ruinas aún humeantes de una plaza de edificios totalmente destruidos, conformamente a los derechos de los animales humanos y el derecho internacional - en función de la nacionalidad y la lealtad política, oí una voz, un montón de carne, colgajos humanos, junto a un centenar de soldados que celebraban una boda, diciéndome:
"Mi carta escrita con mi sangre. Es mi sangre. Es mi sangre. ¡Toma! Debe salir al mar". Con dedos temblorosos, tomé la carta y la abrí. El horror se apoderó de mí y me quedé aturdido:
"No tengo nombre. Ni historia, ni futuro. Espero mi muerte segura, está en tus manos, oh mensajero de los muertos, bajo las bombas de la civilización. No seré ni cadáver ni estadística, porque a mi cuerpo, este inmundo montón de carne sin gloria, este escándalo de sangre, en este mundo, se le niega el derecho a un cacho de tierra bajo el infierno del hombre ... Puesto que las cementeras bailan al ritmo de las excavadoras, ¿qué salvación tiene mi cuerpo? Este viaje de migas ensangrentadas ... ¡Esta es mi canción, tras el cual puedo morir feliz!"
En el resto de la carta se veía el mapa de una víctima de genocidio:
"Nombre: Hayy, Vivant, ciudadano del mayor campo de internamiento colonial del mundo.
Nombre de pila: Refugiado antes de nacer, expulsado en 1948 de Jaffa, tierra de naranjos y puerta azul de Palestina.
Edad: de río a mar, del Carmelo a las arenas del Sinaí, desde 1917, colonizados y resistentes.
Profesión: Pasarme la vida en demostrar que soy un ser humano, aspirando a vivir como un igual en su tierra, pero en vano .
Piel: blanqueada de negro con el fósforo de las bombas que apuntan sólo a los que caminan por la senda de la libertad.
Talla: Desnuda lujosamente, mi carne desgarrada, torturada con deleite, mis miembros amputados. De mi cuerpo desposeído, queda la mitad del crimen barato.
Cabello: manchado con la sangre de un bebé quemado, su cuerpo humeante y carbonizado por las ruinas.
Color de ojos: blanco por el sudor marmóreo de este espectáculo atroz.
Nariz: Bloqueada por las emisiones de CO2, la predicación ecológica obliga ...
Boca: Sedienta, hambrienta, de las aguas residuales.
Dirección del nacimiento: donde yace la inhumanidad. La tumba de los derechos humanos a la izquierda, el sarcófago del derecho internacional a la derecha.
La profesión: espectador impotente de la segunda Nakba. La purga está en marcha, el bloqueo nuestro teatro. ¿Para qué uso mis manos? Para coser bebés mutilados. Solo en sueño sigue siendo posible un funeral, en medio de los horrores del inmenso trabajo de los civilizados, en nombre de su derecho a defenderse.
Acusación: Vivir y negarse a abandonar la Tierra de Cristo. Comer arena de alcantarillas y restos de bombas de 250 kg.
Razones: Se niega a morir o vivir en campos durante otro siglo, fuera de Palestina, en barracones de la UNRWA.
Veredicto: El mar por delante, una montaña de alambres a tus espaldas, el Sinaí en tu lado izquierdo... migración voluntaria o una hecatombe total que se llamaría 360 km2.
Después de enviar este mapa de una víctima de genocidio a la redacción de mi periódico, Les Libertés indiciblesmi jefe, tras su habitual lectura atenta, crítica e imparcial, me respondió: "Esto dice una verdad que todos conocemos desde hace casi un siglo. Pero no podemos admitirla, ni meditarla con los ojos, ni creer en la veracidad de las masacres cometidas en su nombre, pues juzgamos que las palabras de este mapa y sus letras de sangre que azotan nuestra cobardía y nuestros fracasos son incompatibles con nuestra determinación afectiva hacia las masacres en nombre del derecho a la continuidad histórica del proceso colonial que nosotros, el mundo libre, iniciamos en la Palestina Mandatoria allá por 1917. En nombre del derecho humanitario de los ocupantes a la autodefensa, sólo podemos apoyar política y mediáticamente este genocidio en curso negándonos democráticamente a publicar el documento que sugieres. Al fin y al cabo, sólo mueren árabes... En caso de duda, es nuestra lección de los siglos pasados la que lo enseña, evocando como en el primer principio el coro pavloviano de la sacralidad de la libertad de expresión: "No existen, así que no los asesinamos. Mueren por sí mismos, la gracia divina alivia y aplasta el sufrimiento necesario. Estos invasores beduinos son ocupantes ilegales de su propia tierra. La tierra de Dios es grande, y el Sáhara de los árabes aún más. Que se estacionen en una isla artificial en medio de este mar de arena, y que la obra de Ben Gurion llegue a su fin. Hay un tiempo para vivir, un tiempo para ser expulsado y un tiempo para ser asesinado, si te aferras a la vida como a las ramas de olivo y a su arcilla.'"
Mientras recorría los atroces senderos sembrados de cadáveres aligeré mis pasos desnudos en consideración con los restos insepultos. Junto a una tienda desgarrada y manchada de sangre, en medio de una marea de lodo, escuche una niña de tres años cantar, con el ojo derecho arrancado y el brazo izquierdo amputado:
Quiero estar calentita / quiero estar calentita / el frío nos llega por todas partes / por todas partes nos llega / ¡la vida está helada sin mamá y sin la abuela / sin mamá y sin la abuela, la vida es amarga!
Mientras regresaba a Rafah, impotente ante este escándalo, pensé en el suicidio. Pero luego pensé, mientras estaba montando mi tienda improvisada, que no pasaría mucho tiempo antes de que una bomba estadounidense empapara con mi sangre las arenas petrificadas de la Tumba en que se había convertido Gaza. Cada segundo de nuestras vidas era un indulto, yo y los civiles que compartían mi vida cotidiana, candidatos involuntarios al genocidio.
Estaba arrodillado cuando terminé de poner mi lona llena de agujeros. De repente, escuche el estruendo ensordecedor de un misil a cien metros de nuestro campamento. De la casa de dos plantas que había sido apuntada por misil sólo quedaba la pared del primer piso, el marco de su ventana huérfana y trozos de chatarra dislocada. Cuando la enorme ola de ceniza y polvo se disipó, el cuerpo mutilado y espantosamente destrozado de una mujer se reveló ante mi mirada, ya empapado del olor asesino de la muerte y la cobardía. Su brazo derecho sin vida aferrado al marco de chatarra de la ventana desfigurada, su cuerpo colgado contra la pared iluminada por focos improvisados, daban la impresión de no querer volver al suelo y a su tierra violada. Al acercarme al cadáver, me di cuenta de que se trataba de Rima Hanna, una amiga periodista que, por desgracia, no escapó a este enésimo intento de asesinato.
La sangre manaba como un río impetuoso de los trozos de carne que quedaban en ambas piernas y en la pared que me pareció ver:
La sangre es su río
Un tatuaje parece flotar
Sobre los restos del campamento quemado
Esta escritura sin rostro
Sobre las arenas de Gaza
Yace en los átomos del olvido
El fin de la Humanidad
Sin principio
Y el cuerpo de la Verdad
Oh rasgadurras errantes
Para siempre sin tumba ...
Más vasta es la sombra del olivo
Que los océanos de refugio
Más atrevida es la casa de palma
que la civilizada lluvia de fuego
Sobre nuestros cuerpos destrozados
Los escombros, oh tumba infame
Aquí beberemos de la fuente
De nuestras piedras romas
Aquí derramaremos nuestra sed de sangre
Palmeras y naranjos
En esta tierra vivimos
En esta tierra viviremos
En esta tierra moriremos
Incluso en cadenas privadas
Mortaja y oración.