La vida de Malika en Vivre à ta lumière

15 de octubre de 2022 -
Mo Baala "Ausencia y presencia: fragmentos entre la mano y el cerebro", técnica mixta sobre lienzo, 150 cm x 150 cm, 2021 (cortesía del Instituto Francés de Tánger).

 

El coeditor jefe de Diacritik reseña la última novela en francés del escritor marroquí Abdellah Taïa, dedicada a la figura heroica de su madre.

 

Jean-Philippe Cazier

 

Malika es la figura central de la novela de Abdellah Taïa, Vivre à ta lumière/Living in Your Light. Es el personaje de una madre, una mujer marroquí. Al mismo tiempo que estas identidades individuales, su figura condensa una red de dimensiones y relaciones más amplias: la colonización, los equilibrios de poder, los estratos de la sociedad marroquí de ayer y de hoy, y los de una psique plural, obsesiva, compleja, incluso escindida.

La novela desarrolla estas múltiples dimensiones, entrelazándolas menos para analizarlas en abstracto que para poner de relieve sus efectos, su poder individual y colectivo. Dos de los temas recurrentes de la obra de Taïa se reelaboran y redistribuyen: la identidad y el poder. La construcción de la novela es musical: tres partes que tejen, ordenan y reordenan los temas, las relaciones entre los personajes, entre las dimensiones política, social y psíquica, cruzándose o superponiéndose o uniéndose a la Historia subjetiva y a la historia.

Vivre à ta lumière es la última novela de Abdellah Taïa publicada en Francia.

Las tres partes corresponden a tres momentos diferentes de la vida de Malika (nombre cuya etimología remite a la idea de "Reina", de poder: objeto de admiración, sujeto poderoso, sujeto de poder...). De niña al principio de la novela, Malika vive lo que, retrospectivamente, puede parecer el destino de toda su vida: luchar, sobrevivir, ser una mujer fuerte. Pero su destino individual es inseparable de un destino común, colectivo, ligado a la colonización, a la forma de poder en Marruecos, al orden de género de la sociedad marroquí, al orden social de las relaciones económicas. Como madre, como mujer que tiene que luchar a diario por su autonomía, por escapar de lo que le impone el orden general del mundo, es, en efecto, a su manera, una "reina" admirable y poderosa, tanto más "reina" porque se encuentra entre los más miserables, porque pertenece al pueblo de los más pobres, de los más desatendidos e invisibles, olvidados.

La lucha de Malika es una lucha por la supervivencia, por el honor, por la autonomía dentro de una economía de miseria, una economía que es el efecto tanto del capitalismo como del colonialismo y de la confiscación de la riqueza por parte de quienes detentan el poder. También es el efecto del lugar que ocupan las mujeres pobres en la sociedad marroquí (pero no sólo). Es una lucha individual, solitaria, la lucha de una pobre que se considera a sí misma como un individuo aparte, pero que, sin embargo, es consciente de las causas más amplias de su situación y de la necesidad, para ella, de la lucha. La elección de Taïa es a la vez estética y política: introducir en el campo de la literatura a una mujer habitualmente excluida, esta mujer pobre, inculta y solitaria, hacerla existir y "glorificarla" no desde un punto de vista miserabilista, sino como resistente.

Su soledad forma parte de su gloria, pero también es el signo de una especie de "encierro" en su subjetividad. Si la novela no la pone en juego como representante de un movimiento colectivo de emancipación -figura típica de la resistencia política- es porque se trata de insistir en los efectos individuales, minúsculos, banales del poder, vistos aquí, en cierto modo, a ras de suelo. También subraya cómo el poder, en sus efectos globales, colectivos, sus estructuras generales, se enfrenta primero individualmente en el interior de una conciencia que primero tiene que enfrentarse a sí misma, de inmediato. Puede haber una conciencia del mundo, puede haber un punto de vista globalizador sobre el mundo, puede haber una conciencia de las causas y efectos generales de lo político, sin embargo cada una tiene primero que ocuparse de sí misma, de su cuerpo, de su pensamiento, de sus emociones, de su existencia absolutamente individual. Toda conciencia del mundo sería ante todo la conciencia de un punto de vista limitado a uno mismo, a lo inmediato, a la singularidad de uno mismo, aunque este uno mismo se encuentre con líneas de fuerza generales, acontecimientos globales, dimensiones comunes, siendo ambos indisociables y confusamente mezclados: al mismo tiempo en el mundo y fuera de él, con el mundo y junto a él, con y separado -siendo el motivo de la proximidad y la separación uno de los hilos rojos de esta novela.

Si en los libros de Taïa hay siempre una dimensión sociológica y política, ésta es inseparable de una dimensión subjetiva, en la medida en que las subjetividades más individuales están, sin embargo, informadas por lo social y lo político, pero también porque hay una especie de tensión entre estas dimensiones que no las opone, sino que implica que no pueden -y, en cierto sentido, no deben- coincidir del todo, que deben sintonizar sintéticamente. Esta tensión también está presente en Vivir a tu luz. Son estas complejas relaciones las que se enredan en la figura de Malika y las que resuenan en todas las variaciones que recorren y construyen la novela.


Lea un extracto de Vivre à ta lumière, de Abdellah Taïa


Malika se casa joven. Decide casarse, pero su marido es asesinado durante la guerra francesa en Vietnam, una guerra que no es suya, pero en la que él participa, en el bando francés, por dinero, para intentar escapar de la pobreza que le corresponde por nacimiento y que comparte con su mujer, que sólo puede transmitir a sus futuros hijos. Aquí tenemos ya un esfuerzo individual por contradecir el destino social y económico, un esfuerzo que fracasa a causa de la muerte. Como el proletario que tiene que sobrevivir, Allal sólo tiene su cuerpo y su vida, que cambia por dinero: cuerpo muerto, vida perdida, y con ella la única salida de la miseria. Viuda, Malika es rechazada, aislada, encontrándose en la situación de morir no sólo social sino físicamente.

Desde los primeros momentos del libro se entretejen lo individual y lo colectivo, lo subjetivo y lo social, la historia minúscula y la Historia del mundo. Y muy pronto aparece la figura de un individuo desvalido, que no posee nada más que a sí mismo para intentar trazar otra línea en el diseño general de su destino. También aparece la lógica más general que estructura la novela: la proximidad es inseparable de la separación. Allal está casado con Malika pero también tiene una amante, Merzougue, ama a Malika pero también ama a Merzougue. El matrimonio, el vínculo, se rompe con la muerte, pero también estaba atravesado por el amor de Allal y Merzougue, un amor al que Malika consiente aunque implique para ella una forma de distancia infranqueable entre ella y su marido. Cuando Allal muere, tanto Malika como Merzougue lloran al difunto por igual y ambas unen sus fuerzas para honrarle. Las aliadas se separan así al mismo tiempo; la alianza rota da lugar a otra alianza que a su vez se romperá.

Este tema de la alianza y la ruptura, de la propia relación atravesada por la separación, se repite de diferentes maneras y a distintos niveles a lo largo del libro. La relación/separación que concierne a Malika y su familia o su familia política, pero que también concierne, de manera diferente, a la relación entre Malika y su segundo marido, entre Malika y la francesa Monique, entre Malika y Jaâfar, el joven delincuente homosexual, entre Malika y su hijo, del que Jaâfar podría ser un doble, a la vez él y diferente de él (el doble, como otra forma de una proximidad que no puede disociarse de la distancia). Del mismo modo, Malika se identifica con Marruecos pero lo rechaza, lo critica, en cierto modo lo condena: ella está siempre cerca y lejos, con y contra, con y en otra parte, lo más cerca posible y lo más lejos posible, del mismo modo que los otros o el mundo están siempre con ella y separados de ella, separados de ella y con ella, sucesivamente y al mismo tiempo. Al mismo tiempo, en el mismo movimiento quiasmático, el encierro en uno mismo y en otra cosa que uno mismo, el vínculo y la ausencia de vínculo, la proximidad y la separación.

Esta lógica es recurrente en las obras de Taïa, donde la relación con el mundo se lleva a cabo según un doble movimiento: porosidad y cierre, presencia y ausencia, apertura y encierro en uno mismo. El mundo es lo que me determina, incluso subjetivamente, ya que es lo que percibo y vivo sólo desde un yo restringido a sus propias representaciones que pueden implicar compasión, amor, deseo, así como cólera, rechazo o alucinación. Formalmente, Vivir a tu luz se compone de monólogos, siendo los diálogos en sí mismos, en primer lugar, monólogos yuxtapuestos: dirigirse al otro, hablar con el otro, sólo puede existir a través de un esfuerzo, más o menos exitoso, más o menos infructuoso, nunca totalmente completado, por salir de uno mismo. Son como mundos distintos, distantes, que se cruzan, se rozan, se envían señales más o menos claras, más o menos percibidas, más o menos comprendidas, cada una expresando lo que es ella misma en una especie de canto o de grito solitario, aunque sea un canto de amor, de deseo o de odio. La relación con el otro se hace siempre en el trasfondo de un arrancarse a sí mismo, de un esfuerzo o de una lucha que nunca termina del todo.

Este constante enredo y tensión entre proximidad y separación informa la lógica de la identidad en Living in Your Light, al igual que en otras novelas de Taïa. Aquí, la identidad no es natural ni dada, sino que se construye mediante la identificación y se deshace con la identificación errónea. Nada es siempre lo que es, cada identidad es también diferente de uno mismo, cada identificación está atravesada por una diferencia, cada uno es uno mismo y otra cosa que uno mismo porque lo que es sólo existe según dimensiones plurales, múltiples, que chocan, coexisten, se unen, se excluyen.

Así, Malika es esa mujer que se resiste al poder pero que al mismo tiempo es uno de sus relevos, ejerciéndolo. En las obras de Taïa, la idea de poder se acerca a la que elaboró Foucault: un poder menos definido por una propiedad, un estatus, una función, que como una red anónima de relaciones. Malika, por ejemplo, quiere salir del lugar que se supone que ocupa dentro de esta red de relaciones: esforzándose por salir de la extrema pobreza, del orden patriarcal, enfrentándose también al orden colonial, se implica de una manera muy individual -pero que ya implica, sin embargo, un estrato colectivo- en una Historia que quiere ser una contra-Historia. Pero es al mismo tiempo la que quiere decidir por los demás (aunque sea utilizando la brujería como poder político), la que sólo se escucha a sí misma, sorda a la voluntad de los demás, negando la posibilidad y la pertinencia de otros puntos de vista que no sean el suyo, la que deja que su hijo sufra las violaciones que le imponen los hombres marroquíes, la que está obsesionada por el hecho de que su hija se case con un hombre poderoso y rico, etc. Por supuesto, este ejercicio del poder es para ella la condición de su supervivencia, el medio por el que un antidestino es para ella (y para su familia) posible. Pero también es el medio por el que reproduce un poder del que pretende huir -haciendo huir a su vez a este hijo, que busca por otros medios que ella (estudios, literatura, distancia geográfica) escapar al orden de poder de la sociedad marroquí como había hecho su madre antes que él pero en el que, sin embargo, su madre participa en su contra.

Las relaciones entre los personajes son uno de los elementos que, en esta novela, revelan la pluralidad interna de cada identidad, pudiendo cada uno encarnar otro punto de vista sobre los demás que pone de relieve lo que la identidad de los otros enmascaraba, otras dimensiones a veces contradictorias de lo que se había percibido de manera demasiado simple. Es el caso, por ejemplo, de la relación entre Malika y Monique, o de la relación entre Malika y Jaâfar. Lo mismo ocurre con la sociedad marroquí, patriarcal y rígida, pero en la que, en determinadas condiciones, existe el hábito de la homosexualidad, como se expresa en la relación entre Allal y Merzougue, el punto de vista del hijo, o el de Jaâfar. Si Taïa puntúa su novela con la aparición de nuevos puntos de vista reveladores, también organiza las relaciones entre los personajes para que ellos mismos produzcan variaciones igualmente reveladoras, o den lugar a la aparición de nuevas identidades. Los personajes, sus identidades, son constantemente móviles, como si cada uno fuera siempre capaz de exhibir nuevas facetas que habían permanecido en la sombra, como si cada uno fuera una especie de caleidoscopio, un conjunto de fragmentos más o menos desarticulados en constante movimiento.

Vivir a tu luz es una novela compleja, que articula constantemente dimensiones plurales, relaciones densas en una composición que sería música, comparable a lo que sería un mosaico creado sobre las olas del mar. Es también una novela política, no sólo por la omnipresencia del tema del poder, o por su dimensión sociológica, o por su punto de vista sobre el colonialismo y el poscolonialismo, sino por ser también una crítica de la política marroquí y de su figura identificativa: el rey, la corrupción del poder real, el ideal carcelario de sociedad al que somete a todos y a cada uno, y al que se oponen aquí otras figuras, como la de Medhi Ben Barka, o la de Malika, la "reina" de una revolución ya en marcha, ya antigua, ya existente -¿ya, tal vez, sucediendo? Una de las preguntas que plantea este libro puede ser: ¿qué legado dejar a los hijos, qué legado dejar a los más jóvenes si no es el imperativo de la resistencia al orden existente?

 

Traducido del francés por Jordan Elgrably, y publicado originalmente en Diacritik.

Jean-Philippe Cazier es un escritor y editor originario de Sète, en el sur de Francia. Estudió filosofía en la Sorbona con François Dagognet y Pierre Macherey. Colaborador de varias revistas de creación y crítica (Inventaire/Invención, Chaoïd, Inculte, Concepts, Chimères), ha escrito poesía y ficción, así como estudios sobre, entre otros, Gilles Deleuze, Félix Guattari, Michel Foucault, Jacques Derrida, Henri Michaux, Oliver Rohe, Léon Chestov y Jacques Doillon. También ha traducido textos de Jorge Sanjines, María Galindo, Blanca Wiethüchter y Kathy Acker. Es miembro del consejo de redacción de la revista Chimères y codirector de la revista Diacritik. Su libro más reciente de fotografías y un ensayo es Vous fermez les yeux sur notre colèrede Editions Lanskine.

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