La luz al final del túnel

2 de julio, 2023 - ,
Un conmovedor testimonio sobre la vida, la muerte y la condición humana por parte de un periodista que fue bendecido, y maldecido. Extracto de las memorias Light, I Am Coming.

 

Mohamed Aboelgheit

Traducido del árabe al inglés por Rudaina Halasa

 

Ese día no vi la luz.

Cerré los ojos y luego los abrí para descubrir que habían pasado 14 horas, durante las cuales los médicos habían practicado una cirugía mayor para extirpar un tumor maligno. Sabía que iban a extirparme todo el estómago, pero ahora me dijeron que también habían tenido que extirparme el bazo, parte del páncreas y una enorme cantidad de "nudos" linfáticos que se habían extendido a mi pecho.

Había leído sobre experiencias cercanas a la muerte, sobre pacientes cuyo corazón se había detenido unos minutos. Describían lo que habían visto en el momento en que se les escapaba la vida; muchos se encontraban atravesando un túnel oscuro hacia una luz brillante. La mayoría de ellos se sentían felices y tranquilos mientras se dirigían hacia ella, o veían los rostros de personas muertas que habían conocido, o revivían recuerdos; otros daban testimonio de horrores.

La investigación científica ofrece explicaciones a este fenómeno. Algunas teorías se refieren a la secreción de endorfinas en el cerebro, como reacción a la falta de oxígeno. En febrero de 2022, un estudio canadiense demostró que las ondas cerebrales de un moribundo durante los 30 segundos anteriores y posteriores a la muerte se parecían a las de un sueño, o a las de la rememoración.

Esta imaginería se repite en todas las culturas y se refleja en las artes. En el siglo XVI, el pintor holandés Hieronymus Bosch pintó "Ascensión al Empíreo", que muestra ángeles elevando almas humanas, desnudas, a través de un túnel con una luz al final. La película infantil Soul de Disney del 2020 representaba un túnel semejante. (El título del largometraje, traducido literalmente al árabe, sería Rouh [ روح ], sin embargo se tradujo como Una aventura personal, quizá por cuestiones religiosas y de mercadotecnia).

Había estado absolutamente consciente, y listo, para la posibilidad de no despertar de nuevo. Había dicho: "Puede que vaya por el túnel hacia la luz, a qué, no sé, y puede que nunca regrese para contarlo".

Por suerte, eso nunca ocurrió. Empero, vi esa luz cósmica después, despierto, no dormido.

Ocurrió meses más tarde, luego de que una distinguida médica estadounidense del Centro Oncológico Anderson en Texas me comunicara que no había esperanza alguna de recuperación. El tumor había vuelto tras la cirugía. Dijo que todo lo que la medicina podía ofrecerme en ese momento era algo de tiempo, menos de un año o quizá dos si mostraba "un resultado favorable al mejor tratamiento disponible".

Esto fue en febrero del 2022. Me diagnosticaron cáncer a mediados del 2021. Las fechas adquieren gran importancia; he comenzado a visualizarlas como un reloj de arena, cuyo contenido -no la arena, sino los días que me quedan de vida- disminuye ininterrumpidamente.

Aquella noche, antes de irme a dormir, Israa se dirigió a mí de improviso, y con calma: "Tienes que empezar a pensar en lo que quieres hacer en el tiempo que te resta. ¿Hay alguna ciudad que quieras visitar? ¿Un plato que quieras probar? ¿Cómo puedo ayudarte a darle a nuestro hijo recuerdos felices?". Aquella noche vislumbré la luz en sus ojos, la belleza de la esencia humana...

Aprendí poco a poco a lo largo de mi vida a buscar esa esencia humana, a sentir la luz que irradian las almas buenas. Me encanta estar cerca de personas así, mientras que me aparto de las que tienen el alma oscura y el corazón pesado.

Solía creer que vivía en el mejor país del mundo, Egipto, y que ser un musulmán devoto significaba instantáneamente que yo y otros como yo éramos "mejores" que el resto de la humanidad, incluidos otros musulmanes. Luego descubrí que la esencia humana es el núcleo de la existencia, y que todo lo demás no es más que un medio para esparcir lo que hay adentro, ya sea luz u oscuridad. Esta esencia resplandeciente no está relacionada en modo alguno con el color, la raza, la religión o el idioma. Un hadiz dice: "Los que eran mejores en la yahiliyyah [el estado de ignorancia preislámico] son los mejores en el islam", lo que significa que aquellos con valores elevados permanecieron tal cual, antes y después de su conversión.

La historia nos habla de uno de los paganos de la jahiliyyah, Sa'sa'ah ibn Najiya, apodado al-Muhyi al-Maw'udat o "Resucitador de niñas", porque salvó a 300 niñas de ser enterradas vivas; de Hatim al-Tai, cuya generosidad era legendaria; y de Abdullah ibn Jud'an, cuya casa se convirtió en lugar de reunión de la Hilf al-Fudul (La Alianza de la Virtud), cuyos fundadores juraron acudir en auxilio de los oprimidos.

Gran parte de la luz (o la oscuridad) del alma de una persona procede de su formación: sus circunstancias familiares, económicas, sociales y políticas. Pero creo que el factor más importante es la decisión de una persona de elevar su ser, dejar que le impulse la conciencia, no el interés personal. La conciencia o la brújula moral -el superego, según Freud, o la "Pluma de Ma'at" de los antiguos egipcios- son formas distintas de describir el mismo principio según el cual el ser humano asciende o desciende, el alma se ilumina o se oscurece.

Pero la vida es complicada y dolorosa. Existe un serio debate científico sobre el papel de la genética en la producción de psicópatas, las almas más oscuras, que no empatizan con nadie. Una teoría sostiene que la personalidad psicopática es más una cuestión de no poder que de no querer, lo que conlleva un debate más complejo sobre el alcance de la responsabilidad legal que estas personas deben asumir por sus actos.

Me dijeron que la causa de mi enfermedad era principalmente genética. Los médicos estaban desconcertados por mi juventud y preguntaban con frecuencia si alguien de mi familia tenía antecedentes de un diagnóstico de un tumor de este tipo. Cada vez, mi respuesta fue "no".

La catástrofe puede descender de repente sobre nosotros; podemos llevarla dentro desde que nacemos, sin ni siquiera saberlo. No tenemos control sobre ella, como no lo tenemos sobre las muchas tragedias que habremos de enfrentar: separación, debilidades, muerte. No tenemos control sobre nuestros sentimientos. Pero podemos controlar nuestros actos, o al menos intentarlo, aunque no haya garantía de éxito. Ningún ser humano es perfecto, y todos, sin excepción, padeceremos momentos de insuficiencia, miedo, egoísmo, avaricia... La diferencia, sin embargo, es que hay quienes se permiten ceder a esas carencias y pecados, y quienes son conscientes de ellos y siguen luchando con grados variables de éxito o fracaso, a la postre prevaleciendo sobre ellos en la medida de lo posible.

Durante una reciente entrevista realizada por el periodista británico Aidan White, consideré mi vida a la distancia, y me sorprendió la magnitud de su riqueza: Un corto lapso de 33 años que, sin embargo, abarcó numerosas vidas. Viví en el Alto Egipto, luego me mudé a El Cairo y de ahí a Londres. Trabajé como médico; más adelante transité al periodismo a nivel local y después internacional. En coincidencia con un periodo histórico de rareza excepcional: los acontecimientos de la Primavera Árabe, que me tocaron en su epicentro.

Un día no tenía ni una libra egipcia en los bolsillos, y al siguiente, mi cuenta bancaria estaba henchida de decenas de miles de dólares. Un día explicaba mis puntos de vista a los agricultores de mi pueblo natal en el Alto Egipto, y otro me encontraba explicando los mismos puntos de vista a António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, cuando me entregó el Premio Ricardo Ortega de Periodismo Audiovisual de la Asociación de Corresponsales de la ONU.

 


 

Extraño es el destino y sus juegos: La vida me dio tanta felicidad y buena suerte bien pronto, y con la misma rapidez se plegó, decayó y finalmente colapsó encima de mí. Siempre fui el periodista más joven de la plantilla de los periódicos y medios de comunicación para los que trabajé, ahora soy el residente más joven de la sala de oncología de un hospital británico.

He cambiado por dentro y por fuera; hoy incluso mi cara en el espejo me deja atónito. Muchas de mis convicciones se han modificado, y así los rostros y los mundos a mi alrededor; pero lo que nunca se ha trastocado es mi búsqueda de esa luz que emana de las almas buenas, la luz de la empatía, de ser humano antes que nada.

Desde que me diagnosticaron la enfermedad, tras superar la sacudida, me di a escribir sobre la enfermedad... sobre todo lo que me rodeaba; no el diario de un enfermo, sino un registro de acontecimientos y sentimientos que transmitiera lo que he atravesado, lo que he aprendido. Un libro de memorias, tanto de mi generación como de mi propia vida.

Sin darme cuenta, mis escritos trascendieron de lo personal a lo general. Así, pasé de las explicaciones científicas sobre el funcionamiento de la medicación contra el cáncer a la actualidad política de Egipto y el resto de Oriente Medio; de rebatir mitos relacionados con la llamada "medicina alternativa" al seguimiento de la muerte de la reina Isabel II. Contemplé la muerte y la vida. Se me ocurrieron ideas para solucionar la crisis del cambio climático.

Un día, visitando la Torre de Londres, vi la Puerta de los Traidores, por la que pasó sir Tomás Moro camino a la cárcel por oponerse a que Enrique VIII se separara de la Iglesia católica y se proclamara cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Moro se impuso a los abusos del rey y a las amenazas de despojar a su familia de todas sus posesiones; al final, subió a la plataforma de ejecución con la cabeza bien alta.

En su última carta, Moro dio las gracias a su hija Margarita por atravesar la barrera de guardias con tal de abrazarlo y besarlo por última vez: "Me gusta cuando el amor de hija y la estimada caridad no tienen tiempo para observar cortesía mundana", escribió.

En el mismo recinto de la torre, visité el museo en el que se exponen instrumentos de tortura, y me horrorizó imaginar lo que debieron de soportar las pobres víctimas que sucumbieron a ellos. Hasta dónde puede llegar el ser humano en el mal o el bien, en la luz del alma o su oscuridad.

Más tarde me encontré en un sombrío pasadizo de la torre, con la única fuente de luz de un rayo de sol que se colaba por un pequeño y estrecho agujero entre las piedras. Me dirigí hacia él inconscientemente.

Si de milagro sobrevivo, me he de esforzar el resto de mi vida por alcanzar esa luz, que he llegado a apreciar durante mis días de enfermedad. He de mostrar tanta gratitud como pueda: tengo la suerte de tener una esposa, un padre y una madre, y muchos amigos, cuya brillante luz me ha dado consuelo y confianza en la existencia del bien en el mundo.

Si el destino depara mi deceso, si debo partir cuando los médicos lo han calculado, entonces espero que al final de mi túnel haya luz, paz y serenidad... y que pueda haber, en este libro, alguna abertura, aunque sea una rendija minúscula, para que pase algo de luz a quien lo lea.

 

Mohamed Aboelgheit (1988-2022) fue un periodista de investigación y columnista egipcio que cubrió el comercio internacional de armas, las violaciones de los derechos humanos, el extremismo y la cleptocracia en muchos países. Tenía una larga experiencia en el campo de la lucha contra la desinformación en las plataformas de las redes sociales, además de trabajar como verificador de hechos para Arabic Reporters for Investigative Journalism (ARIJ). Aboelgheit también trabajó como productor de televisión para Alaraby TV, On TV, Al-Hurra TV y CNN International. Recibió numerosos premios, entre ellos el de la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas, el Fetisov de Periodismo, el Samir Kassir (de la UE) y el Heikal de Periodismo Árabe. También fue nominado a dos premios Emmy.

Rudaina Halasa es traductora desde hace tres décadas, además de coordinadora de programas internacionales para escuelas privadas en Ammán (Jordania). También ha trabajado como traductora autónoma para muchas organizaciones, entre ellas la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), la organización de investigación MRO y Johud (Consejo Jordano de Población).

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1 comentario

  1. Una pieza maravillosa. Mañana es el día de la muerte de mi hijo. Luchó contra un mieloma múltiple, un cáncer en la sangre que un hombre tan joven no debería tener. No he podido evitar leer esto con él en mi corazón. Murió en 2021, tres años después de su diagnóstico. Una obra digna de Mahoma y una vida de coraje monumental.

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