"La Agencia" - un relato de Natasha Tynes

2 de julio, 2023 -
Una sagaz mujer de negocios dirige en Ammán una agencia de contactos exitosa que encuentra novias para clientes hombres basándose en una escala de virginidad.

 

Natasha Tynes

 

Noor tomaba notas meticulosas en su computadora portátil mientras Fadi, su cliente, describía a la candidata ideal. Él era un jordano-estadounidense de primera generación con una mentalidad de los años cincuenta. Quería que su futura esposa tuviera estudios, pero no quería que trabajara fuera de casa. Típico, pensó Noor. También quería que tuviera entre 20 y 25 años, y no estaba dispuesto a ceder. Veinticinco era lo máximo que aceptaba. Prefería una rubia, si bien estaba dispuesto a aceptar una morena.

Noor tecleaba en su despacho, en la tercera planta de un rascacielos de Ammán, mientras su cliente hablaba y fumaba lo que parecía un puro cubano. Se recostó él en un sillón reclinable de cuero negro y de vez en cuando miraba por la ventana del despacho como ensimismado. Noor seguía tomando notas detalladas sobre la estatura, el peso, la situación familiar, la complexión y lo que ella había bautizado como "nivel de virginidad" de la futura esposa o el arous , como él decía en árabe. Se trataba de una escala que había creado tras cinco años en el negocio. Era su marca registrada. Algunos de sus amigos incluso la habían animado a patentarla.

Por supuesto, todas las candidatas debían ser vírgenes. De eso no había duda, pero lo que realmente importaba era el nivel de virginidad. Había quienes Noor clasificaba como "vírgenes puras", que habían vivido con sus padres toda la vida, habían ido a un colegio de chicas nada más y habían tenido una interacción casi nula con el sexo opuesto, con la excepción de sus padres y hermanos. Nunca habían tomado de la mano a un hombre ni se habían encontrado a solas a puerta cerrada con alguien del sexo opuesto. Luego estaban las que tenían experiencia con hombres. Un beso aquí, un beso allá, y tal vez un leve roce de partes del cuerpo. Noor se refería a ellas como "cuasi vírgenes". Por último, estaban las que habían besado, tocado y más, quienes habían experimentado diversos actos sexuales, pero se habían abstenido del acto final de sumisión. Todo menos el coito. En la escala de Noor, a esas se las llamaba "vírgenes técnicas".

Noor nunca hacía tratos con las que de hecho no eran vírgenes. Eran la minoría, las parias con las que Noor no quería arriesgarse. Incluirlas podía costarle el negocio entero, así que siempre rechazaba sus solicitudes. Justo el otro día, había leído en CNN.com sobre un iraquí de Chicago que atropelló a su hija porque se había occidentalizado demasiado. Lo último que Noor quería era que sus clientes atropellaran a sus esposas por ella haber tomado la decisión equivocada.

Nunca compartió sus notas con sus clientes ni les preguntó sus preferencias en cuanto al nivel de virginidad. Lo sabía muy bien. Años de experiencia en el negocio le habían enseñado a determinar el nivel de virginidad que buscaban sus clientes, sin preguntarles directamente ni pedirles que rellenaran un formulario. Rápidamente se dio cuenta de que su cliente Fadi buscaba una virgen pura. Una virgen pura rubia. Evidentemente, era difícil dar con ella, ya que las rubias eran raras en Ammán y la mayoría eran cuasi vírgenes o vírgenes técnicas. Sin embargo, Noor estaba dispuesta a aceptar el reto. Incluso pensó en cobrarle una "tarifa de urgencia", ya que sus requisitos eran estrictos y tenía el tiempo encima.

Fadi demandaba una serie de peticiones inusuales. Además de su "virgen pura", quería que la novia hablara dos idiomas además del árabe. Inglés, por supuesto, ya que viviría en Estados Unidos, y francés. "Es que suena muy femenino, y me encantaría que mi mujer lo hablara", le dijo el cliente a Noor, que se limitó a asentir, sonreír y seguir tecleando.

"También quiero que sea licenciada en algo relacionado con la ciencia, quizá ciencias farmacéuticas. Es perfecto para una mujer", anunció, mientras daba una calada a su puro. "Como le he dicho, no quiero que trabaje fuera de casa, pero quiero que sea culta para que pueda transmitir su educación a mis hijos".

"Entiendo", dijo Noor en un perfecto inglés estadounidense que había adquirido durante sus años de licenciatura en la Universidad George Washington. No había necesidad de avergonzar a su cliente nacido en Estados Unidos, poniendo a prueba su árabe menoscabado.

"¿Necesita algo más de mí?", preguntó Fadi, preparándose para marcharse.

"No, eso es todo por ahora. ¿Cuál es su fecha límite?", preguntó Noor.

"Me voy dentro de tres semanas, pero viajo a Jordania a menudo, así que espero que podamos resolver algo".

"Muy bien, intentaremos encontrar a alguien en tres semanas", Noor se levantó y estrechó la mano de Fadi. Le entregó su tarjeta que decía: Noor Tadros, Directora General, Marriage Liaisons Inc. "Empezaremos a trabajar en su caso inmediatamente, nos comunicaremos con usted mañana por la tarde", dijo sonriendo.

"¿En serio, tan rápido?", preguntó el hombre, incrédulo.

"Sí. Somos eficientes. Le presentaremos cinco opciones. Tendrá el tiempo suficiente para conocerlas y decidir cuál es la más adecuada".

Deslizó los dedos por su cabello negro. "Estupendo. Muchas gracias, Noor. ¿Cómo pago?"

"Antes de irse pase a la oficina de la recepcionista para el pago inicial", respondió ella señalando el cuarto contiguo a su despacho. "Aceptamos crédito o efectivo. Cheques no, por favor. Pagará el resto cuando firme el certificado de matrimonio. Que tenga un buen día, Sr. Fadi".

"Usted también, Noor", contestó el tipo, extendiendo la mano de nuevo. "Burberry, ¿cierto?"

"¿Perdón?", preguntó ella, inclinando la cabeza.

"¿Su perfume?"

"Sí, así es."

"Siempre me ha gustado".

"Entonces me aseguraré de que su esposa use Burberry", agregó sonriendo mientras le soltaba la mano.

Noor volvió a su escritorio y abrió una nueva hoja de Excel. La guardó como "Fadi Ibrahim - Virgen Pura" y transcribió sus preferencias. Consultó la base de datos y pasó dos horas seleccionando las diez mejores candidatas para su cliente. Tenía un total de 540 nombres guardados en su sistema, pero centró su atención en la categoría de vírgenes puras, donde había 196. La búsqueda manual era tediosa. Noor estaba ansiosa por que llegara el otoño para que la empresa de informática que había contratado terminara el programa de búsqueda digital que les había encargado. Ganaba suficiente dinero y tenía suficientes clientes como para que fuera oportuno utilizar un sistema más avanzado en lugar de la anticuada hoja de Excel.

Cuando terminó, envió el documento por correo electrónico a su asistente Lobna y enseguida se encaminó a su oficina.

"Acabo de enviarte diez opciones. Échales un vistazo y elige cinco".

"¿Por qué sólo cinco?", preguntó Lobna.

"El cliente es exigente".

"No lo culpo. Está guapísimo", expresó Lobna.

"¿En serio?", reviró Noor, alzando las cejas.

Era alto, con cabello de sal y pimienta, ojos verde claro y una tez aceitunada. Se preguntó ella si había estado casado antes y si estaba intentando la vía tradicional tras fracasar la primera vez. Tenía muchos clientes así. Siempre buscando una segunda oportunidad. Una redención. Corregir sus anteriores decisiones matrimoniales fallidas encontrando una novia de su patria. Muchos habían elegido a la primera para legalizar su situación, obtener la Green Card y, tal vez, sólo tal vez, dar al matrimonio con una estadounidense una oportunidad. La mayoría fracasaba y venían corriendo con ella para hallar a la elegida, la tradicional, la buena, la que Occidente no había deslustrado.

"¿Lo miraste siquiera? Se parece a Jon Hamm".

"¿Quién?"

"Ya sabes, Jon Hamm, el actor estadounidense de Mad Men".

Noor enarcó las cejas. "¡Ay, por favor! ¿Puedes ponerte a trabajar ya?"

Hermosos ojos, seductores. Lástima que sea tan retrógrada, tradicional y controlador. Miseria es lo que le espera a su futura esposa.

"Muy bien, ¿le pido a Afaf que haga algunas llamadas para repuestos?"

"Veamos si le gustan nuestras opciones primero, y luego pasemos a Afaf. El cliente se va en tres semanas, así que quiero que hagas de esto tu máxima prioridad. ¿Entendido?"

"Es muy pronto", dijo la muchacha, con una expresión de preocupación en el rostro. "¿Podremos ofrecerle una esposa en tres semanas?".

"Sí, es posible. Mi primo obtuvo esposa una semana antes de volver a Chicago. Este tal Fadi viene seguido, así que podremos pedirle más tiempo, pero quiero impresionarlo encontrándole una esposa de inmediato. De todos modos, hoy tengo que volver temprano a casa para hacer las maletas de mi viaje de mañana".

"Sí, claro. Buena suerte. ¿A quién vas a ver allá?"

"A un árabe americano rico al que le daba pereza venir acá y se ofreció a pagarme todos los gastos para que me reuniera con él en Washington".

"Bastante generoso".

Noor se encogió de hombros. "Supongo que sí. Extraño mucho DC. No he vuelto desde la universidad".

 


 

En el vuelo directo de Ammán a Washington no hubo incidentes. En el avión, Noor se dedicó sobre todo a leer y ver películas. Supuso que la revisarían en el aeropuerto de Dulles, pero el agente de la patrulla fronteriza la dejó marchar sin cuestionamientos. Se preguntó si la cruz que llevaba al cuello le habría facilitado la entrada en lo que ella consideraba tierra de cristianos.

La reunión de Washington DC fue más de lo que Noor podría haber pedido. Su cliente no sólo firmó el contrato, sino que también se ofreció a ser su socio si alguna vez decidía abrir una sucursal en Estados Unidos.

"Todo lo que necesitamos es algo de financiamiento adicional y lo haremos realidad", aseguró Rami, un divorciado de mediana edad con barbilla canosa y cabello negro. Su primer matrimonio -con una mujer estadounidense- había fracasado tras 15 años, y ahora optaba la vía tradicional. "Hey, podríamos abrir más de una sucursal. Incluso elegir las tres mejores ubicaciones donde radican árabes. A ver: Detroit, Anaheim, y tal vez algún lugar en Nueva Jersey. ¿Qué te parece?"

"Gran idea, pero no estoy segura de poder conseguir suficiente capital para empezar".

Se pasó los dedos por la barbilla. "Yo puedo contribuir con fondos, en realidad sólo necesitas un inversionista más. Sigue buscándolo".

Después de la reunión, Noor abordó la línea roja para reunirse con su buen amigo Amir en el centro. Mientras se acomodaba en el asiento del tren, reconoció la alfombra granate, aunque la vio un poco más deteriorada, con más manchas y un olor a moho más penetrante que hacía cinco años.

Había algo más.

¿Qué cosa con los niños que gritaban en el metro? ¿Cuándo se puso tan de moda tener hijos en EU? Niños, niños por todas partes.

Noor comenzó a pensar en el maratón, pero el maratón de procreación en el que tenían que participar las mujeres para ser valoradas. Le habían enseñado que esa carrera particular solía concluir cuando las mujeres llegaban a la menopausia. En algunos casos, el final de ese maratón podía indicar el final de la vida, sobre todo porque la palabra menopausia en árabe, Sin Al Ya's, se traduce como "la edad de la desesperanza". Mientras iba en el tren, se dio cuenta de que esa edad no es solamente oriental, sino universal. Miró a una mujer frente a ella. Estaba sentada junto a un niño que comía Cheerios en un recipiente de plástico azul. La mujer le leía un libro mientras él escuchaba atentamente. El libro se titulaba Ten Little Fingers. La mujer tenía ojeras, como si no hubiera dormido en años.

Las mujeres, todas las mujeres, orientales u occidentales, corrían sus propios maratones. Todas querían alcanzar la meta de su vida, llegar a la edad de la desesperanza pertrechadas con un hijo o dos para demostrar que habían hecho el viaje con dignidad. A los 33 años, Noor se dio cuenta de que le quedaban unos siete años antes de dicha edad. ¿Estaba preparada para afrontarla sin vástagos a su lado, sin un marido al cual volver a casa? ¿Estaba tan empoderada que la idea de la soledad perpetua no le preocupaba?

Suspiró. Volvió a mirar a la mujer del tren con el niño que comía Cheerios y pensó que algún día querría leerle a su propio hijo. ¿Cuándo? ¿Cómo? No lo sabía. Lo único que sabía era que el tiempo pasaba rápido.

Cuando Noor llegó a su estación del metro, chocó con un carriola al salir, se alejó apresurada.

Su amigo Amir había elegido el lugar: Kostas Books en Dupont Circle.

"Entonces, ¿todavía diriges aquello de la agencia matrimonial?", preguntó en cuanto se sentaron en el patio, mientras oliscaba el aire de aquel día de verano insólitamente fresco.

"Sí, claro. Te habría contado si hubiera cambiado de trabajo. ¿Podemos pedir comida antes de que empieces a acosarme con preguntas?", dijo Noor, volteando el menú.

"Anda, no seas delicada. De verdad se me hace fascinante a lo que te dedicas. ¿Sigues usando eso de la escala? ¿Lo de la medición de la virginidad?" Sonrió, mostrando los hoyuelos de sus mejillas.

Ella puso ojos de exasperación. "Es el secreto de nuestro éxito".

"Entonces, veamos. Tú eres, mmm... ¿técnica? Todavía no has subido en la escala, ¿o sí? Me lo habrías dicho, ¿verdad?"

"Cállate. La gente puede oírnos, lo sabes".

"¿Crees que aquí a alguien le importa? Sólo en Oriente Medio a la gente le preocupa esta mierda", dijo, con su pierna izquierda flaca rebotando de arriba abajo.

"Ojalá que dejara de amargarte tanto tu lugar de procedencia. La gente decide, ¿te das cuenta?", dijo ella.

Se rió entre dientes. ¿"Decide"? ¿Crees que fue tu decisión seguir siendo, entre comillas, técnica?".

"Te importa un carajo, en serio."

"¿No fue por esto que Mark te dejó? ¿Porque insistías en querer sangrar en tu noche de bodas como todas las niñas buenas de Ammán?".

Ella arqueó las cejas. "¿De verdad crees que eso fue? Mark no me dejó porque no me acostara con él. Yo lo boté porque era un fracasado. ¿Cómo dejar la universidad para ser músico de tiempo completo?", atajó Noor sacudiendo la cabeza. "En todo caso, ¿qué carajos te traes?"

Un camarero en sus veintes se acercó a la mesa. Ambos pidieron el vino tinto de la casa.

"¿Cuál es el problema, habibi? ¿Qué te pasó desde que te vi la otra vez?", preguntó ella.

Amir guardó silencio y centró su atención en la calle. Era el final de la jornada laboral en DC y la gente se dirigía a su casa. Los más jóvenes pasaban por bares y restaurantes para relajarse, mientras que el resto regresaba a los suburbios para recoger a sus hijos de las escuelas de verano, preparar la cena y dormirse viendo programas de telerrealidad.

"Mi padre. Tiene cáncer".

Noor pensó en el padre de Amir, propietario de varias fábricas de alimentos en Jordania. Más grande que la vida misma, patriarca de siete hijos. ¿De verdad lo doblegaría el cáncer?

"Oh, no. Lo siento mucho", dijo ella.

"Es cáncer testicular, así que hay esperanza".

"He oído que el Centro Oncológico Rey Hussein está haciendo un trabajo increíble. La investigación sobre el cáncer ha progresado".

"Estoy enterado. Los médicos creen que se recuperará totalmente. Pero eso no es todo", advirtió dando un sorbo al vino que acababa de traer el mesero. "Él no para de hablarme de morirse y esas cosas y quiere verme casado antes de morir".

Noor suspiró. "No lo sabe, ¿verdad?"

Amir se recostó en su silla. "¡Claro que no!"

"Está difícil el asunto", admitió ella, revolviendo su vino mientras contemplaba la copa. "¿Qué vas a hacer?"

Soltó un suspiro enorme. "Cancelaron mi permiso de trabajo después de que me despidieron, no tengo más remedio que volver".

"¿A Ammán?", indagó ella, alzando las cejas.

"¿Dónde más? Sabes que eso significa que tengo que casarme".

"Caray, quizás deberías decírselo a tu padre".

"¿Estás loca? ¿Qué quieres que le diga? ¿Que cojo con hombres? Eso sí lo mataría".

Noor pensó en el más reciente novio de Amir, Alfonso, el amor de su vida. Alto, moreno y guapísimo. Se habían conocido en el gimnasio y se habían hecho inseparables. Recordó lo feliz que era Amir cuando estaba con él, la envidia que le daba. Quería un amor así. Alfonso acabó volviendo a Sao Paulo luego de que su visa expirara.

"¿Y ahora qué?"

Se encogió de hombros. "Nada. No tengo otra opción".

Ella le sujetó la mano. "Lo siento mucho."

"Ni modo. Ahora tienes que encontrarme una esposa. ¿Cuánto cobras?"

"Por ti lo haré sin costo", dijo Noor, sonriendo.

"Asegúrate de traerme una virgen pura".

"Por supuesto. Lo sé muy bien", se rió.

"Tengo una idea mejor. ¿Por qué no nos casamos tú y yo? Así nos dedicamos a nuestra vida amorosa a la vez que hacemos feliz a la sociedad. ¿Qué te parece? ¿Ganamos todos?"

"¡Qué chistoso! Pidamos unas croquetas de cangrejo".

 


 

El vuelo de regreso a Ammán se le hizo más largo de lo normal. Pasó el tiempo poniéndose al día con 33 recomendaciones que necesitaban clasificación. La mayoría eran espontáneas. La gente llamaba a su oficina sin parar para dejar los nombres de sus hermanas, hijas, primas y sobrinas que estaban a punto de perder el infame tren del matrimonio y necesitaban ayuda urgente antes de llegar a los 30, esa terrible edad en que las partes del cuerpo femenino empiezan a desmoronarse y sus óvulos a encogerse y pudrirse.

La principal tarea de Noor era examinar las recomendaciones que solía introducir su recepcionista, Afaf, que atendía las llamadas. Noor era el cerebro de la agencia, la que hacía la parte más crucial del proceso: la clasificación. Después, pasaba sus recomendaciones a Lobna, que concertaba citas y se encargaba de la logística. Era un ritmo de trabajo que Noor ideó en cuanto puso en marcha su empresa. El financiamiento inicial de su agencia vino de su padre, que la apoyó económicamente una vez obtuvo su maestría en administración de empresas, justo después de que le planteó su idea. "Es un buen modelo de negocios", dijo su padre. "El primero de su clase. Muy necesario en esta ciudad". En Ammán, la búsqueda de pareja siempre había sido de boca en boca. Nunca había existido en la ciudad una agencia profesional con personal de nueve a cinco. Era una novedad, una idea sagaz que a su padre le encantaba. "Me alegra ver que todo el dinero que me he gastado en tu maestría no se ha desperdiciado", le confió al entregarle su primer gran cheque.

Revisar las recomendaciones y clasificarlas le llevó seis horas. Había veinte puras, cinco cuasis y ocho técnicas. Las técnicas están ganando impulso, pensó Noor mientras se dormía.  Me alegro por ellas.

Cuando Noor volvió a la oficina al día siguiente, Lobna, al teléfono, soltaba su risita molesta de siempre. ¡Otra vez el tal Ahmad!. Ahmad sería el menor de sus inconvenientes ese día. En cuanto Noor se instaló en su despacho, Lobna se apresuró a contarle "el problema". Tenía que ver con su cliente Fadi. No estaba contento con la opción número tres, que le había confesado en su cuarta cita que había tenido un novio en la universidad. Fadi se había apersonado en la oficina, le había gritoneado a Lobna y exigido que le devolviera su dinero.

Cuando Noor se enteró, quiso cortarle la cabeza a Lobna y los testículos a su novio. Quería arrancarles ambas partes del cuerpo y dárselas de comer a todos los gatos callejeros sin rabo de Ammán.

"¿Cómo pasó? Te di diez opciones para elegir. ¿Qué salió mal?"

"Bueno, una de ellas resultó ser una cuasi. La teníamos en el sistema como pura. ¡No fue culpa mía!".

"¿Estás segura de que eso es lo que pasó? Nunca antes cometí ningún error de clasificación. ¿Estás segura de que no le diste la candidata equivocada?".

"Estoy segura. Utilicé la lista que me diste", insistió Lobna con cara de fastidio.

"Ni siquiera sé cómo puedes concentrarte en nada cuando siempre estás al teléfono con ese tal Ahmad". Dio un suspiro. "Déjame encargarme de este desastre. Y por cierto, no quiero que hagas llamadas personales en horas de trabajo. ¿Entendido? Llama a tu novio o a quien sea fuera de las horas laborales".

"Pero, ¿y si hubiera una emergencia?".

"Nos encargaremos entonces".

"Está bien", dijo Lobna y volvió a su oficina.

Cuando Noor llamó a Fadi, éste pidió verla inmediatamente. Le dijo que quería reunirse con ella en una cafetería al oeste de Ammán para revisar lo sucedido. Noor tomó sus notas y quedó de verlo en una hora. Cuando dio con él, llevaba traje y corbata negros. ¿Quién diablos se había muerto? ¿Su sentido del humor?  Bebía un capuchino y leía el Jordan Times.

Cuando descubrió a Noor, sonrió, se levantó y le estrechó la mano. Ella intentó disculparse por el error, pero él tuvo una reacción distinta a la que ella esperaba. Puso la mano izquierda sobre la suya y aclaró: "No pasa nada. No se preocupe". Noor retiró inmediatamente la mano. "Le devolveremos el anticipo. Incluso le ofrecemos un diez por ciento de descuento si decide volver a utilizar nuestros servicios".

Fadi siguió sonriendo y asintiendo con la cabeza. "No estoy aquí por cuestión de negocios, Noor. Estoy aquí por usted. Quiero conocerla mejor".

Noor pensó inmediatamente en recoger sus cosas, despedirse y verter el capuchino en sus pantalones, justo sobre su virilidad. En cambio, recordó lo importante que era su negocio para su cordura. "¿Perdone? Creo que no. Definitivamente no soy su tipo".

"Lo sé, pero estoy convencido de que tú y yo tendríamos un gran futuro juntos".

"Debo irme ya. Que tenga un buen día".

"Pronostico una gran vida para nosotros. Sé que eres una mujer de profesión. Ya he pensado en ello. Puedo ayudarte a empezar la misma empresa en Estados Unidos. Incluso cuando nazcan nuestros hijos, no me importa que trabajes desde casa. Podrás teletrabajar. Allá todo el mundo lo hace".

"Sr. Fadi, no creo que sea su tipo. Necesito volver a la oficina ahora. Por favor, asegúrese de ponerse en contacto con Lobna para recuperar su anticipo."

"Noor, piénselo. La haré feliz", le suplicó. "Sabe que me gustan las rubias, pero por usted no me importa. Creo que su larga melena oscura es muy atractiva. Estoy dispuesto a comprometerme en mucho para hacerla feliz".

Ella suspiró. "De acuerdo. No hay mejor manera de decir esto, pero aquí va. He tenido un novio o dos. No soy quien cree que soy".

"Ah, ya veo", respondió. "Déjeme pensarlo".

"No hay necesidad de pensar en nada. No veo futuro para nosotros. Ahora, de verdad debo irme".

Noor cogió su bolso y se dirigió a su coche.

¿Es este tipo con quien voy a acabar después de los treinta? ¿Un hombre controlador que quiere a su mujer bajo llave?

¿He ayunado todos estos años para romperlo con una cebolla, como reza el refrán árabe?

Tras su encuentro en la cafetería, Noor pensó que Fadi se había ido de su vida para siempre. Creyó que confesar sus experiencias pasadas a alguien que buscaba a la Virgen María era la mejor disuasión que se le podía ocurrir. Se equivocaba. Fadi llamó a Noor al día siguiente y siguió llamando dos veces por semana. Ella contestaba el teléfono de vez en cuando y le pedía amablemente que dejara de llamarla, pero eso no funcionaba. Le llegaron flores a su oficina todos los días a las nueve de la mañana durante diez días seguidos, hasta que finalmente le dijo que no quería volver a saber nada de él, que había tirado todas sus flores al basurero y que probablemente los gatos callejeros del barrio ya se las estaban comiendo. Era la primera vez que se mostraba grosera con alguno de sus clientes, pero ya estaba harta.

"Eres chistosa. Otra razón por la que me gustas", le dijo Fadi en el auricular.

"También he borrado tus datos de contacto de mi teléfono y he utilizado tus tarjetas como posavasos para mis tés de la tarde", le informó Noor, colgó y se apresuró a reunirse con su amiga Maysoon para almorzar en Romero. Maysoon le había llamado antes y Noor sintió que se avecinaba un desastre cuando oyó su voz.

 


 

"Vete al carajo, Noor", le espetó Maysoon en cuanto la vio.

"Buenas noches a ti también. ¿Qué ocurre?"

"Al carajo tú y tu maldita empresa", añadió, mientras el camarero las encaminaba a su mesa de siempre.

"¿Qué pasa?"

"Te diré qué pasa. Recibí una llamada de tu oficina. Al parecer, me recomendaron con un cliente y quería verme".

"¿Qué? Imposible. Ni estás en la lista".

"Sí estoy. Tu asistente me llamó para darme la buena noticia".

"¡Esa maldita Lobna! No sé de dónde ha sacado tu nombre. Yo reviso todos los nombres antes de incluirlos en el sistema. No te preocupes, fue un error. Eliminaré tu nombre. Ella debería saber a quién excluir de la lista".

"A ver, dime, ¿cómo estoy clasificada? ¿Virgen técnica? ¿Es lo que ahora soy?"

"Ay, Maysoon. No te preocupes. No deberías estar en la lista en absoluto. Es de todos conocido que no es así como quieres casarte. Mi empresa sirve a una clientela específica, los nuevos ricos. Sabes que fue un error".

"Déjame decirte algo. Ya no soy una virgen técnica, si es bajo esa categoría que me tienes. Calificaría como paria. ¿No es así como nos llamas?"

"¿Qué?", dijo mientras su corazón daba un vuelco. "Sí".

"¿Cuándo?"

"Hace unas semanas".

"¿Con quién?"

"No es asunto tuyo".

"Anda, Maysoon. Necesito enterarme".

"¿Por qué, para que puedas reclasificarme en tu encantadora base de datos? Ah, no, se me olvidaba, las parias ni siquiera entran en tu bonita lista".

"Basta ya, Maysoon. Te dije que era un error. Yo me encargo".

Noor volvió a su oficina aturdida. Mientras esquivaba coches de fabricación coreana y maldecía a los conductores, Noor pensaba en su amiga.

Maysoon, de todas las personas. ¿Cómo, cuándo y por qué? ¿Cómo se atrevió? ¿Cómo va a vivir con eso, y quién va a casarse con ella ahora? ¿Cómo habrá sentido la primera vez?

Noor no podía dejar de pensar en el momento en que Maysoon finalmente cedió. ¿Se arrepentirá de algo? ¿Cómo pudo Maysoon atreverse y ella no? ¿Deja de importarte conforme pasa el tiempo?

Noor se acordó de Mark y en lo cerca que había estado de proceder con él. Esa noche incluso se había comprado su primera lencería. Lo tenían todo planeado. Se vieron en el estudio de Mark, en el barrio de Adams Morgan de DC.

Él había iluminado el lugar con velas y lo había perfumado con incienso. Para Noor, estaba claro que Mark, que no era romántico, se esforzaba por hacerlo especial. Noor había comenzado a salir con Mark porque se sentía sola y él estaba disponible e interesado. Era un hombre ingenioso y culto. Admiraba ella su pasión por las novelas históricas de misterio y el cine francés. Sabía que no sería más que una aventura, pero ¿qué más daba? Estaba en DC y podía hacer lo que quisiera. Un día lo llamó y le dijo que estaba lista.

"¿Estás segura?", preguntó él. "Sabes que las mujeres nunca olvidan su primera vez".

"Estoy bien segura".

Aquella noche Mark se esforzaba por hacerlo memorable, sus movimientos eran lentos y cautelosos, como si lo hiciera por primera vez, pero Noor no pudo tolerar el dolor inicial y lo detuvo. No era el dolor físico, sino el mental lo que la atormentaba. "De verdad que no puedo. Está en juego demasiado".

Mientras se acercaba a su despacho, Noor cavilaba en la mejor forma de castigar a Lobna. La chica le iba a costar tanto su negocio como sus amigos. Yela'an abouha (Que Dios maldiga a su padre).

Cuando llegó al despacho, Lobna estaba al teléfono. ¡Zorra!

"Ha llamado tu madre", gritó Lobna desde su oficina.

"Le llamaré, pero antes tenemos que hablar tú y yo. ¿Puedes colgar el teléfono y venir a mi despacho inmediatamente?".

Cuando Lobna llegó a su despacho, Noor esperaba que estuviera asustada, incluso temblando, ante la posibilidad de perder su medio de vida. En cambio, Lobna tenía una mirada de desafío que Noor nunca había visto antes. Parecía como si tener a ese tal Ahmad en su vida le diera la suficiente confianza en sí misma como para permitirle mover montañas si lo deseaba. Noor sintió envidia en ese momento, tropezaba con las palabras cuando descubrió a Lobna en su nuevo estado. Lo último que esperaba era una asistente segura de sí misma en lugar de la sumisa y mansa joven de 21 años que había contratado apenas graduada de la universidad. Lobna era de Ammán del Este, un barrio para los menos afortunados. Tenía una educación mediocre, no obstante estaba enamorada, tenía un empleo y un plan de vida. Marido, hijos, trabajo decente, respaldo familiar. ¿Cómo lo había resuelto esta Lobna y ella no?

"Llamaste a mi amiga Maysoon. ¿Cómo diablos llegó a la lista? ¿No te enseñé a revisar cuidadosamente todas las recomendaciones que recibimos de Ammán del Oeste y a eliminar a quienes no cumplen los requisitos?", la cuestionó Noor sentada en su sillón de cuero, con los codos apoyados en el escritorio.

"Su tía la recomendó".

"¿Y eso qué?"

"Su tía no paraba de dar lata y decía que nos pagaría el doble si la añadíamos, así que lo hice. Pensé que te estaba haciendo un favor".

"¿Qué? ¿Un favor? No te contraté para tomar decisiones ejecutivas. Tú haces nomás lo que yo digo. Últimamente cometes muchos errores, y eso es porque pasas la mayor parte del tiempo con ese tal Ahmad. Te estoy dando una advertencia. Un error más, y estás fuera".

"¡Una advertencia! No es justo. Trabajo horas extras y nunca me pagas. No me subes el sueldo ni me das primas, ¿y ahora me despides?".

"Tu rendimiento está en declive. Todo comenzó cuando empezaste a salir con Ahmad".

"¿Puedes dejar de meter a Ahmad en esto? Nada más tienes envidia".

"¿Cómo te atreves a decir eso?", exclamó, golpeando su escritorio.

"Por supuesto que sí. Tengo un hombre en mi vida. Tú no tienes a nadie. Todo lo que tienes es tu negocio y tus amigas engreídas y tus gays".

"Ya estuvo bueno, Lobna. Tienes hasta el final del día para recoger tus cosas e irte. Estoy harta de tu mierda."

Lobna salió del despacho de Noor dando un portazo.

Noor se recostó en su sillón de cuero. Le temblaban las manos y sentía náuseas. Se llevó las manos a la cara y se frotó los ojos. Debería haberla despedido hace mucho tiempo. Abrió los ojos y vio una nota amarilla en su escritorio: "Llama a tu madre. Dice que es urgente". Noor marcó el número de casa de sus padres. "¿Qué pasa, mamá?", preguntó en cuanto su madre contestó el teléfono. Ni hubo saludos ni cómo estás.

"Amir llamó."

"¿En serio? Debe de estar en la ciudad".

"Dice que no tiene celular".

"Llamaré a casa de sus padres". Noor oyó el televisor a todo volumen en la habitación familiar, sonaba a una telenovela egipcia.

"Hay algo más", dijo su madre.

Ella suspiró. "¿Qué es? Tengo prisa."

"Alguien llamado Fadi pidió ver a tu padre."

"¿Qué? No lo puedo creer, el sinvergüenza no conoce límites".

"Parece un buen hombre".

"Mamá, no empieces ahora. No es mi tipo", manifestó, con una voz cada vez más alta.

¿"Tipo"? A ver, Noor. Tienes 33 años. No deberías pensar en "tipos" a tu edad. ¿Quieres tener hijos alguna vez? No es que te quede mucho tiempo".

Noor se mordió los labios. "Ya volvimos otra vez a lo de los niños. No quiero oír eso".

"Noor, escúchame."

"Ya sé lo que me vas a decir, que a partir de los 30, a las mujeres nos tocan o divorciados o viudos".

"Me alegra que te acuerdes", su madre rió.

"¿Sabes qué? Prefiero estar con un divorciado o un viudo que con ese tal Fadi", soltó Noor.

"Estás cometiendo un gran error, Noor. Te arrepentirás el resto de tu vida. Soy tu madre. Sé de estas cosas. ¿Quieres acabar siendo una solterona solitaria como tu tía Rula?"

"Adiós, mamá."

"¡Espera! ¿Has visto el periódico de hoy?"

"No, ¿por qué?"

"Mira la sección de negocios".

"No tengo tiempo; ¿qué es?"

"Hay un artículo sobre Fadi. Está en Jordania para abrir las oficinas de Google en el país. Es rico e inteligente. Incluso es guapo. ¿No te das cuenta? Si de verdad quieres echar a andar un negocio en EU, él podría ayudarte".

"Adiós".

Noor colgó, se reclinó en la silla y apoyó los pies en el escritorio. Agarró un paquete de Marlboro Lights del bolso y encendió un cigarrillo. No era fumadora, pero siempre llevaba un paquete en caso de emergencia. Nadie podía fumar en su despacho (salvo los clientes adinerados). Detestaba el olor a humo en sus caros muebles de cuero, pero era la jefa y podía hacer lo que quisiera.

¡Maldita sea! Se levantó de la silla y se acercó al espejo con el marco dorado que había en la pared frente a su escritorio. Allí estaba. Otra cana más. Es por culpa de esa sharmouta Lobna.

Noor volvió a su silla y miró por la ventana de su despacho. Obreros daban los últimos retoques a un nuevo rascacielos de última generación, al otro lado de la calle.

Los rascacielos se ponían de moda: Ammán albergaba grandes ambiciones. El nuevo lema de la ciudad salpicaba los espectaculares de las calles: "El cielo no es el límite".

Noor seguía resoplando mientras ordenaba sus pensamientos. Se acordó de Maysoon y de cómo la había traicionado. Nunca pensó que lo haría sin discutirlo antes con ella. ¿Cómo tuvo valor Maysoon? No tenía miedo a las represalias, cosa que la desconcertaba. Noor pensó en sus propias expectativas y en si estaba condenada a una vida de virginidad. Pensó en Amir y en su oferta. ¿Casarse con él la liberaría? ¿Podría tener aventuras con quien quisiera estando casada con su mejor amigo gay? ¿Sería tan libre y feliz como él sugería? ¿Tendrían hijos?

Soltó un gran suspiro, asentó los pies y se dirigió al final de su despacho, donde estaba el cesto de basura. Hurgó entre los recibos y los pañuelos de papel y encontró la tarjeta que venía con las flores que Fadi le había enviado esa mañana. Volvió a su escritorio y dejó escapar otro suspiro. Marcó su número.

Después de todo, todavía era virgen.

 

Natasha Tynes es una autora jordano-estadounidense afincada en Maryland que colabora habitualmente con varias publicaciones, como el Washington Post, Nature Magazine, Elle y Esquire, entre otras. Sus relatos han aparecido en Geometry, The Timberline Review y Fjords. Su relato "Ustaz" fue premiado en el prestigioso festival literario anual F. Scott Fitzgerald. Es autora de la novela literaria especulativa They Called Me Wyatt. Conduce el podcast Read and Write with Natasha, en el que charla con autores y editores sobre la lectura y la escritura. Actualmente trabaja en su segunda novela.

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