Ficción: "Un día en la vida de un hombre casado"

15 de marzo de 2022 -
La medina de Casablanca vista desde el Atlántico.

 

un relato corto extraído de:
Blood Feast, los cuentos completos de Malika Moustadraf
Traducido por Alice Guthrie
The Feminist Press 2022
ISBN 9781952177897

 

Malika Moustadraf

 

Aburrido, aburrido, aburrido. Todos los días pasa lo mismo, de la misma manera y a la misma hora: Yo voy a trabajar, ella va a la cocina, yo vuelvo a casa a la hora de comer, ella prepara la comida, comemos en silencio, intercambiamos algunas palabras. El tiempo es sofocante , el calor esinsoportable, y en invierno, el tiempo es gélido, el frío es insoportable.

Blood Feast acaba de ser publicado por The Feminist Press en Estados Unidos.

Intento empujarla a la conversación, a cualquier conversación, con tal de que no nos quedemos callados. Fracaso, lo intento de nuevo, fracaso, vuelvo al trabajo, ella regresa a su cocina, lava los platos, limpia los fogones, habla por teléfono, acumula una cuenta que me electrocuta. Por la noche hace la cena, comemos en silencio, intercambiamos las mismas pocas palabras: el tiempo es sofocante, el calor es insoportable, o en el mejor de los casos puede añadir una frase o dos, refunfuñando sobre mi madre, que la visitó, o sobre mis hermanas, o... o...

Entierro la cabeza en un periódico. Ella mira la televisión, hojeando los canales con evidente irritación. La ignoro. Modelos de moda deshuesadas, Dios mío, ¿no comen? La ropa que llevan es tan rara que parecen de otro planeta. Miro a hurtadillas a mi mujer. Siempre está comiendo algo, masticando. Tiene gruesos pliegues de grasa alrededor del cuello y la cintura, pero sus piernas siguen delgadas como las de un ganso. Observo el terreno que rodea su cuerpo, los picos de las tierras altas, los valles de las tierras bajas. En este paisaje cambiante, su trasero sigue siendo tan llano como siempre. Todo parece tan repetitivo que añoro los días de nuestro compromiso... . . Uff...

Siento que esta rutina me ahoga, como un veneno que tomo a cucharadas. Corre por mis venas, se extiende lentamente por mi cuerpo, me paraliza... me asfixia, y sin embargo la muerte nunca llega. Se levanta ostentosamente y entra en el dormitorio. Me llama con una voz que intenta que suene seductora. Sé lo que quiere. La ignoro. Repite su llamada, intentando, sin éxito, que su voz suene suave y tierna. Finjo estar buscando algo, no sé exactamente qué. Ella sigue llamándome.

Su tono esta vez está cargado de amenaza .... Entrego mi destino a Alá y, a regañadientes, arrastro mi cuerpo hasta el dormitorio. La encuentro tumbada boca arriba como un delfín sarnoso. Incluso la forma en que lo hacemos es aburrida... no hay emoción ni nada nuevo, ni siquiera en la cama. El olor a cebolla y ajo mezclado con canela me hace sentir como si estuviera durmiendo dentro de una olla de estofado, o en una tienda de especias, me hace perder por completo cualquier deseo que pudiera haber sentido. Le doy la espalda. Adivino la lista de palabrotas marroquíes que debe de estar recitando en su cabeza. Intenta hacer que una mujer pase hambre sexual. Intenta privarla de sus derechos en la cama -sea cual sea el motivo- y de repente sacará las garras. Te convertirás en una persona totalmente repugnante a sus ojos, alguien que provoca su furia nada más verte, que habla de forma insípida, con un bigote repugnante y una madre irritante y unas hermanas solteronas amargadas que han hecho de su vida un infierno; te convertirá en un monstruoso engendro desprovisto de un solo rasgo digno de elogio, y maldecirá a todos los que conspiraron para "hacer la pareja y hacer el matrimonio". Una mujer puede dejar impunes muchas cosas, como tu cuenta bancaria vacía o tu falta de interés por comprarle un regalo de cumpleaños -incluso aguantará una bofetada en la cara repartida en un momento de ira-, pero definitivamente no pasará por alto que le niegues sus derechos en la cama... Aunque la instalaras en la villa más lujosa y la vistieras a la última moda y le regalaras su peso corporal en oro, todo eso no contaría para nada. Buscará todas las formas posibles de hacerte la vida imposible, pase lo que pase. La frase "No me has alegrado el día ni una sola vez" se convertirá en su estribillo, repetido día y noche a todos los ritmos y con todas las melodías hasta que te veas obligado a concederle el divorcio. Y si no es capaz de salir adelante económicamente sin ti y se ve obligada a quedarse contigo por ese motivo, puedes estar seguro de que te engañará con la persona más cercana, quizá tu chófer.

Algo más que quiero susurrarte al oído: las mujeres son realmente masoquistas por naturaleza. No te quedes con la boca abierta. A una mujer le encanta una paliza nocturna de vez en cuando, antes de irse a dormir, y que le tires del pelo de vez en cuando: estas costumbres están arraigadas en las mujeres desde la Edad de Piedra. Y cuando se queja de ello a su vecina, no creas sus gritos de miseria. Sólo lo hace para fastidiar a su vecina, como una forma indirecta de decirle: "Mi marido me pega, luego se preocupa por mí".

La vecina fruncirá los labios ante esto, indignada e indignada, y la incitará a enfrentarse a su marido, informándole de que sólo a los burros se les sigue pegando así en este país, y después se irá a casa (la vecina), y puedes estar seguro de que creará algún que otro problema, hará lo que haga falta para provocar a su marido y sacarlo de sus casillas, y no lo dejará hasta que reciba su dosis vespertina y obtenga la prueba irrefutable que podrá ofrecer al día siguiente a su vecina: que ella también tiene un marido que se preocupa por ella.

Nota: no intente este prescripción con todas las mujeres. Pero ya está bien deff-por hoy.

 

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