"La Pincoya" de Francisco Letelier fue un encargo del Acuario de la Bahía de Monterrey para su 25 aniversario (acrílico sobre lienzo 5′ x 8′).
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Francisco Letelier
La Pincoya es un recordatorio de las aguas contaminadas que la industria salmonera ha dejado en las antes prístinas aguas de Chiloé y la Patagonia chilena. Represento a la Pincoya como una diosa marina, con rasgos nativos/africanos, para contrarrestar el blanqueamiento de nuestra cultura nacional y de las sirenas en general.
Francisco Letelier con la tabla de surf derivada de "La Pincoya".
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La isla de Chiloé, en el sur de Chile, a lo largo de la costa del Pacífico, tiene una cultura y un folclore únicos, muy diferentes de los del continente. En esta región, el continente sudamericano se divide en innumerables islas y otros accidentes geográficos únicos donde abunda la vida acuática. Incluso en la era moderna, muchos lugares siguen siendo prácticamente inaccesibles. Debido a este distanciamiento, las costumbres y prácticas culturales han perseverado. La geografía de la región también ha permitido que los abundantes tipos de mamíferos marinos y otras especies encuentren lugares donde seguir prosperando a pesar de la invasión de hábitats por parte de la humanidad.
A lo largo de los siglos, los habitantes del archipiélago de Chiloé han desarrollado su propia mitología, que ayuda a explicar su entorno y su mantenimiento. Al ser isleños, dependen del mar para gran parte de su sustento y han desarrollado una jerarquía de figuras divinas que cuidan del océano. Esta jerarquía está formada por una familia real compuesta por un rey y una reina, un príncipe y dos princesas.
La Pincoya es una diosa que personifica la fertilidad de las especies marinas. De ella depende la abundancia o escasez del marisco cerca de las playas o de los peces en canales y arroyos. Habita con su esposo El Pincoy, frecuentando lugares aislados de la costa y la rocosa y misteriosa orilla del mar.
Se presenta ante unos pocos afortunados vestida con un maravilloso traje de sargazos. Se dice que lleva un cinturón de algas que brilla como el oro a la luz de la luna. Es una mujer hermosa, tan atractiva que hasta los peces y otros animales marinos quedan hipnotizados y embelesados por ella. Su abundante cabellera cubre toda su espalda con reflejos de la luna, como una lluvia de bichos luminosos o una cascada de polvo de oro.
Cuando la Pincoya y su marido salen del océano hacia la playa, corren por la arena radiantes de felicidad. De repente, El Pincoy se sienta sobre una roca y comienza una extraña canción. Su voz melodiosa y susurrante atrae a la Pincoya, que sigue el ritmo de la canción moviendo lentamente las caderas. Su voz sube de tono y la diosa se llena de energía mientras alza los brazos al cielo y mueve las manos en busca de las estrellas.
Pronto comienza una danza frenética y maravillosa. Si baila mirando hacia las colinas de la costa, las playas de ese lugar se volverán estériles. No habrá mariscos ni peces. Pero si baila mirando hacia el mar y acaba corriendo por la arena sembrando marisco, la abundancia de éste y de otros peces se desbordará a lo largo de la costa rocosa y de los profundos canales entre las islas.
La Pincoya fue comprada por Jackson Browne y regalada al padre de su pareja, Dianna Cohen. La imagen fue reproducida en una edición de una por la Hobie Surboard Co. para una exposición comisariada por Dianna Cohen, Lines on Water. Jackson es el propietario de la tabla.
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Fuentes: Diccionario Etimológico Chilote de Nicasio Tangol, 1976, traducción Francisco Letelier, y Folkrealm Studies.