El guardián de Egipto: ¿presidente o déspota?

6 de septiembre de 2024 -
En Egypt Under El-Sisi, Maged Mandour sostiene que la administración del presidente supone un momento crucial en la historia egipcia, sugiriendo que El-Sisi ha extraído valiosas lecciones de los errores del pasado y ha construido meticulosamente un amplio sistema de barreras para evitar que se repitan sucesos como los ocurridos en 2011.

 

Egipto bajo El-Sisi: Una nación al límite, por Maged Mandour
I.B. Tauris/Bloomsbury 2024
ISBN 9780755649150

 

Elias Feroz

 

Mito y realidad, la llamada "primavera árabe" que se extendió por Egipto en 2011 fue en muchos sentidos una revolución fallida. Quienes iniciaron las protestas masivas y los actores de la sociedad civil que se organizaron en torno a ellas esperaban una mayor participación de la sociedad en los asuntos políticos, más libertad y una vida mejor en general, el tipo de vida que se les había negado bajo el gobierno corrupto y autoritario de Mubarak. Hoy, Egipto está quizá más lejos que nunca de la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, el proceso de la revolución fue un gran éxito para el actual dictador de Egipto, Abd al-Fattah El-Sisi, como señala el analista político Maged Mandour en su libro Egipto bajo El-Sisi: A Nation on the Edge: Un estudio exhaustivo del sistema egipcio del miedo. Utilizando numerosas referencias a varias fuentes primarias, el estudio de Mandour ofrece una visión convincente de cómo funciona el ejercicio del poder por parte de El-Sisi, explicando de forma convincente en qué se diferencia su gobierno del de sus predecesores y cómo remodela el aparato de poder para consolidar el régimen de formas que recuerdan a una novela de Orwell. Por desgracia, no se trata de una ficción distópica, sino de una realidad distópica que a menudo se pasa por alto en la información occidental.

Egypt under El-Sisi está publicado por I.B. Tauris/Bloomsbury.

Mandour evita el error común de idealizar a los anteriores presidentes egipcios y sus mandatos al afirmar el autoritarismo de El-Sisi. En su lugar, lleva a cabo una comparación de los estilos de gobierno de diferentes gobernantes, desde Gamal Abdel Nasser a Mohammed Mursi, hasta el de El-Sisi, analizando las similitudes y diferencias entre los distintos regímenes. Mandour llega a la conclusión de que el gobierno de El-Sisi representa un punto de inflexión en la historia egipcia, un régimen dirigido por un doble objetivo: no sólo consolidar el poder dentro de la junta militar, sino también erigir obstáculos permanentes a la democratización. Puede afirmarse que El-Sisi aprendió de los errores de sus predecesores, creando un legado cuyo principal logro es la compleja estructura de barreras que construyó para evitar que se repitieran sucesos como los de 2011.

Aunque Mandour señala correctamente que el gobierno de Mohamed Morsi fue el único elegido democráticamente en Egipto, no se abstiene de criticar las acciones políticas de los Hermanos Musulmanes y cómo su intento de monopolizar el poder acabó alienando a otras fuerzas de la sociedad civil. En esto, vemos un problema político que suele seguir al ascenso al poder de partidos islámicos o islamistas, por el que todos los demás partidos pueden ser considerados "no islámicos" según sus criterios, lo que dificulta y a veces imposibilita la pluralidad o la formación de coaliciones.

Irónicamente, este es también el enfoque adoptado por El-Sisi para difamar a los Hermanos Musulmanes. Mandour se refiere a una publicación en Twitter del periódico egipcio Dar al-Ifta (institución encargada de emitir dictámenes jurídicos islámicos), en el que califican a los Hermanos Musulmanes de "jawarij" de la época actual y, por tanto, consideran que la lucha contra ellos es la "forma más elevada de yihad". Los khawarij eran un grupo de los primeros tiempos del Islam conocido por su interpretación extremista e intolerante de la religión, por lo que el tuit de Dar al-Ifta era un intento de deslegitimar a los Hermanos Musulmanes como secta extremista no reconocida como "verdaderamente islámica."

En los primeros días del golpe de Estado, varios medios de comunicación occidentales presentaron a El-Sisi como un homólogo laico que había logrado expulsar del poder al fundamentalista Mohamed Morsi y a su Hermandad Musulmana. Esta representación no es, por supuesto, más que una ficción conveniente. De hecho, El-Sisi utiliza liberalmente la retórica islámica y explota las instituciones islámicas para afirmar su poder sobre la población egipcia, mayoritariamente suní conservadora. Como tal, hay poco de "secular" en su régimen.

Aún así, la suposición persiste, debido a la imagen distorsionada pintada por muchos medios de comunicación occidentales tras el golpe de El-Sisi. Mandour cita numerosas citas del dictador en las que habla de "apoyo divino", justificando y apuntalando su ejercicio del poder con un lenguaje que estiliza su régimen como uno elegido divinamente. Esta fue una estrategia empleada también por Gamal Abdel Nasser durante su mandato, cuando de forma similar reprimió violentamente a los Hermanos Musulmanes y los encarceló, alegando que el grupo estaba explotando el Islam en su propio beneficio. Mandour describe la dictadura de El-Sisi como una nueva variante del nasserismo que se aleja del énfasis original en la justicia social, el antiimperialismo y la movilización de masas y, en su lugar, resalta sus rasgos más autoritarios.

El uso de la violencia por parte del régimen actual es una estrategia central de su forma de mantener el poder y el control, superando incluso la violencia de la época de Mubarak. La lección que El-Sisi aprendió de sus predecesores es que el aumento de la violencia es esencial para la supervivencia del régimen. Para evitar que se repitieran las protestas de 2011, que desbordaron y llevaron al colapso a las fuerzas de seguridad, su régimen puso en marcha un plan de control urbano. Reestructuró el paisaje de la ciudad, reubicando a los pobres urbanos lejos de los centros gubernamentales y desarrolló una red de transporte diseñada específicamente para ayudar a las fuerzas de seguridad a reprimir las protestas con mayor facilidad. Mandour describe el ejercicio de la violencia estatal como el "pegamento" que impide que el sistema actual se derrumbe y el elemento clave para controlar el discurso público.

Aunque el alcance del libro no se extiende a la actual guerra contra Gaza y el papel de Egipto en ella, el análisis de Mandour está muy respaldado por la violenta represión de las protestas pro-Palestina y el encarcelamiento de voces pro-palestinas en Egipto. El régimen de El-Sisi teme cualquier chispa de disidencia, independientemente de si apunta directamente al propio régimen o no. Dado que el régimen se presenta a sí mismo como el guardián de la nación egipcia (y como la verdadera encarnación del nacionalismo egipcio), está por tanto "justificado" para sofocar cualquier disidencia de raíz, interpretándola como un ataque a la nación. Como tales, los partidos nacionalistas extremistas no son diferentes de los islamistas extremistas (aunque El-Sisi utilice ambos componentes para controlar el discurso público). Los partidos nacionalistas se presentan a sí mismos como representantes preeminentes de la nación, y todo y todos los que no se adhieran a su doctrina pueden ser desechados como traidores a la nación.

Tras una década de reinado de El-Sisi, parece que el régimen ha logrado consolidar su dominio militar e impedir cualquier proceso de democratización. Sin embargo, como explica Mandour, la represión contra el descontento hace que el régimen sea vulnerable a largo plazo, ya que las crisis económicas repetidas y el aumento de la pobreza solo pueden evitarse y combatirse con la represión durante cierto tiempo.

Aunque el libro deja claro desde el principio que no se abordarán directamente las relaciones internacionales del régimen, los lectores pueden, no obstante, deducir ciertos aspectos a partir de la completa imagen que se presenta de la ideología y la autoimagen del régimen. Sin embargo, una crítica que podría hacerse al libro es que un análisis del actual régimen egipcio que se centre principalmente en la situación interna e ignore el contexto internacional ofrece una visión incompleta de cómo se gobierna Egipto. Factores importantes como el apoyo de gobiernos extranjeros, las interdependencias económicas, las influencias políticas externas y la dinámica de la seguridad son esenciales para una comprensión más completa (aunque Mandour sí aborda la situación de la deuda egipcia y su papel en las inversiones internacionales en el cuarto capítulo de su libro).

Por lo tanto, sería interesante ver un poco más de análisis sobre la actitud internacional y la dinámica de poder que sustentan el gobierno de El-Sisi: ¿Por qué hay pocas críticas de Europa, Estados Unidos o Canadá cuando se trata de violaciones de derechos humanos y violencia de Estado en Egipto? ¿Qué intereses de poder geopolíticos internacionales ayudaron a sostener el golpe de El-Sisi? Mandour, por su parte, sí responde a estas preguntas, al menos parcialmente, en artículos y entrevistas publicados en plataformas de noticias como Middle East Eye o la Rosa Luxemburg Stiftung. Llega a la conclusión de que las empresas europeas se benefician enormemente de los megaproyectos egipcios impulsados por la deuda. Por ejemplo, la empresa alemana Siemens se ha beneficiado de un acuerdo multimillonario para construir centrales eléctricas en Egipto. Estos proyectos crean oportunidades lucrativas para las empresas europeas. Mandour también menciona esto en su libro, aunque podría haber destacado más -como hace en sus artículos- que los "valores occidentales" parecen pasar a un segundo plano cuando países como Alemania ven ventajas económicas en colaborar con un dictador militar que desprecia los derechos humanos. En su artículo para Middle East Eye, Mandour señala también que, aunque la migración no es la razón principal de la "asociación estratégica" de la UE con Egipto, sí constituye una vía para que la UE implique a Egipto en sus esfuerzos por controlar y gestionar la migración, una cuestión importante que no se aborda en el libro. No obstante, el estudio de Mandour es un auténtico análisis del sistema del miedo de El-Sisi desde una perspectiva egipcia, y merece la pena leer los textos del autor publicados en línea para hacerse una idea más matizada de la situación política de Egipto.

 

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